 na
de las más impresionantes figuras de la
Historia de Sevilla del siglo VI es San
Leandro. Vive en la segunda mitad de
este siglo y le toca sufrir la oposición
entre las culturas hispano-romana y
visigótica, entre el catolicismo de los
dominados por el rey Leovigildo y el
arrianismo de los dominadores bárbaros.
Nace en Cartagena ca. 540, de familia
noble.
Su padre era
hispano-romano y, por motivos
probablemente políticos, tuvo que salir
de su tierra estableciéndose en Sevilla.
De sus cuatro hijos, todos son santos de
la Iglesia Católica: el mayor, Leandro,
otros dos varones, Fulgencio que fue
obispo de Écija e Isidoro, obispo de
Sevilla y Florentina, religiosa
contemplativa.
A la muerte de su
padre, San Leandro asumió la dirección
de la familia, ocupándose de la
educación de su hermano Isidoro. A éste
le dedicaría más adelante un tratado
para que no temiera la muerte. Terminada
la educación de sus hermanos, San
Leandro abrazó la vida monástica y se
dedicó a difundir el catolicismo entre
los visigodos en contra del arrianismo
del rey.
Desde el monasterio
es elevado a la sede episcopal
hispalense, donde sigue su preocupación
contra la herejía arriana, que
Leovigildo quiso hacer extensiva a toda
Hispania. Pero el plan real sufre un
duro golpe cuando su hijo Hermenegildo
se convierte al catolicismo. El padre le
había hecho gobernador de la Bética,
cuya capital era Sevilla. Aquí, San
Leandro e Infunda, esposa católica de
Hermenegildo, logran que éste se
convierta a la fe católica. Todos los
autores contemporáneos atribuyen su
conversión a la predicación y consejos
de San Leandro. Así, San Gregorio Magno
afirma: “Poco ha que Hermenegildo, hijo
de Leovigildo, rey de los visigodos, se
ha convertido de la herejía arriana por
la predicación de Leandro, obispo de
Sevilla”.
Estalla
la guerra entre Leovigildo y
Hermenegildo, siendo éste derrotado por
su padre y más tarde asesinado. San
Leandro tiene que sufrir el destierro
marchando a Constantinopla. El rey veía
en él el principal responsable de la
conversión y rebelión de su hijo y, por
tanto, el principal obstáculo en su
intento de unificación
político-religiosa de Hispania sobre la
base de la fe arriana.
Desde el exilio, San
Leandro siguió combatiendo el
arrianismo. Viendo Leovigildo la
imposibilidad de de unificar la
península en el arrianismo levantó el
destierro a los obispos católicos. Su
otro hijo, Recaredo, en contacto con San
Leandro, se convierte al catolicismo en
el III Concilio de Toledo presidido por
el arzobispo hispalense. De esta forma,
la población española adquiere la
convicción de que forma un pueblo, una
nación.
Pero la influencia de
San Leandro en la sociedad hispana no
termina en ese Concilio. En el 590
convoca y preside el I Concilio de
Sevilla, contribuyendo, además, con su
sabiduría, al resurgimiento literario.
La escuela de Sevilla, creada por él,
fue la más ilustre de todas las de
España y el centro de la restauración
científica visigótica. Allí se estudiaba
griego, hebreo, himnos, poemas clásicos,
etc. Los principales doctores
visigóticos eran helenistas, y lo era
también San Leandro. De esta escuela
salió su más insigne discípulo, su
hermano San Isidoro.
De San Leandro dice
Isidoro que era “suave en el hablar,
grande en el ingenio y clarísimo en la
vida y doctrina”. De San Leandro se
dice, igualmente, que fue un hombre
distinguido por su elegancia y
brillantez. Con aires de pensador,
citaba a los filósofos griegos y
recordaba la filosofía de Séneca.
La elocuencia del metropolitano
hispalense ha sido comparada con la de
San Juan Crisóstomo. Al morir sobre el
año 600 dejó concluida definitivamente
la cuestión arriana. Su gran
personalidad y santidad fue reconocida
por la Iglesia Universal y su influencia
histórica por todos los tratados de
nuestra Historia.
Carlos Martínez.
Doctor en Historia.
Capellán del Real Monasterio de San
Leandro de Sevilla
Fotos: Francisco Santiago© |