Manuel Guzmán
Bejarano es sin duda alguna el más
completo artista que ha dado la
arquitectura en madera contemporánea.
dentro de la vulgaridad galopante en la
que se encuentra la talla en Sevilla, el
artista trianero aporta un concepto y
una manera de hacer que supera, con
mucho, a notables maestros de los siglos
XVII y XVIII.
Seguidor de Bernardo
Simón de Pineda, Pedro Duque Cornejo y
Cristóbal de Guadix, la trayectoria de
Guzmán Bejarano siempre se mostró
lineal, sin relieve, sin grandes
inflexiones, desorientaciones ni
retardos.
Todo aquel que se
interese por su extraordinaria manera de
hacer encontrará un nutrido repertorio
que va desde colaboraciones con su
maestro, Luis Jiménez Espinosa, hasta
realizaciones en pasos procesionales y
grandes o pequeños retablos.
Un ejemplo claro lo
tenemos en el canasto realizado para el
Cristo trianero del Cachorro y el
retablo trazado y ejecutado para la
Hermandad de los Estudiantes. Dos
magníficas piezas que dejan ver que en
Guzmán la arquitectura es un trozo de
aire humanizado y que la técnica
estructural y hasta la estética no son
más que medios para conseguir esa
humanización del espacio que responde a
la concepción que hace siglos nos
dejaron los maestros griegos y
posteriormente los renacentistas.
Al contrario que
muchos de sus contemporáneos, el maestro
impone un criterio más subjetivista y la
arquitectura basada en un gran dibujo,
mucho más movida, de un juego de
fantasía más libre, de un aire más
barroco.
La opinión de Guzmán
Bejarano sobre el trabajo constante del
artista, sobre la lucha de éste con la
materia, es muy significativa por lo que
se supone una toma de posición que, y es
lo más importante, no va a sufrir
variaciones...
"Hay que trabajar
muchísimo - nos dice el maestro -, para
tratar de conseguir algo, ya que no
existe la genialidad si ésta no se busca
con sacrificio y horas de pensar".
Las nuevas obras que en estos días salen
de su taller sevillano de la calle
Pizarro son plataformas para nuevas
generaciones. Un ritmo de talla que
nunca decaerá, ya que mientras haya
madera en las que la gubia del maestro
se proyecte, habrá vida. Mientras la
madera sienta que el mazo le arranca el
corazón, habrá sentido. Mientras la
madera escuche deslizarse armoniosamente
la gubia ensortijando sus fibras
dormidas, tendremos la obra que en este
caso resultará equivalente a decir que
tenemos a un grandísimo artista. Lástima
que no deje continuadores.
Rafael Muñoz.
Crítico de Arte
Fotos: Francisco Santiago© |