 a
idea de erigir un monumento o una
estatua al insigne republicano comenzó a
barajarse en 1903 con la intención,
incluso, de abrir una suscripción
popular para sufragar los gastos que
trajera consigo la obra. Sin embargo, no
volvió a hablarse sobre esta cuestión
hasta que en enero de 1927 el redactor
de El Liberal D. Luis Rojas clamó en un
artículo del periódico "¡Castelar no
tiene un monumento en Sevilla!". Pero
habría que esperar aún otro año para que
el entusiasmo por el político y su
escultura resurgiera. El propio
periódico sevillano abrió una
suscripción pública y comenzó a engarzar
la cadena que culminaría en la
construcción de dicho monumento.
En 1929, contándose
ya con algunos donativos, el escultor
Manuel Echegoyán, entonces alumno de la
Escuela de Artes y Oficios y Bellas
Artes sevillana, realizó un proyecto
apoyado por El Liberal que publicó la
fotografía y una detallada descripción
del mismo. Aún no se había pensado en
ubicación alguna.
Los materiales
empleados eran piedra de Monóvar, bronce
para el busto del político y mármol para
las escalinatas de la base. El conjunto
lo formaba un bloque pétreo, de
estructura tripartita, cuya parte
central, más baja y rematada por el
busto de Castelar, llevaba una leyenda
alusiva a la abolición de la esclavitud.
Los dos bloques laterales servían de
soporte a sendas figuras alegóricas, la
Justicia y la Elocuencia. La estructura
arquitectónica muy simple, de volúmenes
puros, y las esculturas se sitúan en una
línea clásica en la que se mezclan el
funcionalismo arquitectónico y una
tendencia humanista frecuente en la
plástica de muchos artistas hispanos de
entonces. El conjunto recuerda, en su
planteamiento, al realizado por Vitorio
Macho como homenaje a Ramón y Cajal en
el Parque del Retiro madrileño,
inaugurado en 1926. La distribución
tripartita, la pureza y simplicidad de
líneas y la limpieza de volúmenes es la
misma, aunque la parte central se
resuelve de diferente manera.
El monumento a
Castelar se hizo realidad cuando, en
1930, se decidió su emplazamiento en el
jardín, aún sin concluir,
de Cristina, en el ángulo que da a
la Puerta de Jerez. Las obras de
modelado y vaciado se llevaron a cabo en
el mismo taller de Echegoyán, a pesar de
haberse ofrecido anteriormente a
realizarlo, sin interés alguno, el
escultor Joaquín Martín Ruiz.
Al fin, el 15 de
julio de ese año, quedó terminada dicha
construcción. Se habían recaudado a
través de la suscripción pública
11.485'05 pesetas. Una vez instalado, se
dispuso ante él un parterre
confeccionado por el arboricultor y
floricultor J. P. Martín, proveedor de
la Casa Real, a modo de "obra exquisita
de orfebrería jardinesca".
Posteriormente este pequeño parterre que
rodea el monumento tuvo que someterse a
continuos arreglos, como el resto del
jardín, por los destrozos ocasionados
por determinado público que muestra una
absoluta falta de respeto hacia todo y
hacia todos.
Bibliografía:
Nieto Caldeiro,
Sonsoles. Doctora en Historia del Arte.
Revista Aparejadores
Fotos: Francisco
Santiago |