19.04.05.
La historia de un barrio sin acabar.
Fernando Pérez Ávila. Diario de Sevilla.
"Era una gran plaza
abierta, y había olor de existencia
y...". Gabriel Díaz, párroco de la Corza
durante 32 años, utiliza versos de
Vicente Aleixandre para explicar que la
plaza de su barrio no es tan bucólica
como la pintó el Nobel sevillano. El
espacio en torno al cual se articula la
vida de este lugar situado junto a la
carretera de Carmona no es, ni mucho
menos, un lugar idóneo para la
convivencia. Y no lo es porque a la
plaza principal de La Corza le faltan
dos solares por construir que están
vacíos desde el año 1990.
La plaza de la Corza
es un recinto al estilo de los espacios
que presiden las barriadas construidas
en la periferia sevillana durante la
segunda mitad del siglo XX. En ella
manda la parroquia que dirigió Gabriel
desde 1971 hasta 2003 y que protagonizó
más de un encierro de trabajadores en
los últimos años del régimen franquista,
durante los que el párroco presenció
incluso el linchamiento de un líder
sindical de la empresa Roca. La iglesia
preside un recinto que fue sometido a
una reurbanización hace unos meses. Las
obras han dejado su sello en la plaza,
que ha quedado asimétrica. Muy pocos
árboles ocupan la misma hilera de
losetas que los que están enfrente y una
línea del suelo que no está centrada en
relación con la parroquia divide al
piso.
Los dos solares vacíos terminan de afear
la plaza. Por uno de ellos pasan varios
postes de electricidad –algunos con
riesgo de caída– y el otro queda
dividido por un muro que protegía una
vía del tren que desapareció a finales
de los ochenta, poco antes de que se
acometiera la construcción de la
estación de Santa Justa. En el primero
crecen matorrales y jaramagos y una
valla desvencijada testimonia que una
vez sirvió para evitar que se formara un
asentamiento de chabolistas. "Más de una
vez hemos tenido que llamar a la Policía
porque alguien se ha metido ahí con una
furgoneta y unos cartones".
Los dos solares por edificar, vacíos
desde 1990, son la cuarta fase de la
reforma del barrio. La fundación de La
Corza data de mediados de los años
treinta de la pasada centuria. El barrio
estaba destinado a lavar la imagen de la
ciudad de cara a la exposición
iberoamericana de 1929. La intención era
que las nuevas viviendas fueran ocupadas
por familias chabolistas, para que el
visitante de la exposición volviera a su
tierra de origen sin poder decir que
había visto chabolas en la capital
andaluza. Con esta idea compró el
Ayuntamiento el terreno a la marquesa de
la Corza a razón de una peseta por metro
cuadrado, cantidad bastante elevada en
los años veinte. Pero el proyecto se
retrasó y la caída de Primo de Rivera,
primero, y de Alfonso XIII, después,
paralizaron la construcción de casas en
este lugar, por entonces muy alejado del
centro y prácticamente incomunicado, no
comenzó hasta el decenio siguiente.
De aquellas primitivas casas queda muy
poco en el barrio. Los que sí han
quedado son algunos de los descendientes
de los primeros que se trasladaron a
vivir allí. De la Corza se marcharon 300
familias a vivir a Las Huertas, al otro
lado de la vía férrea, en 1980. Sus
huecos los ocuparon los desahuciados de
zonas como la Alameda de Hércules y,
sobre todo, Triana. Desde entonces, la
población del barrio lo único que ha
hecho es envejecer. Se han dado casos
aislados de ventas ilegales y sólo hay
un inmigrante viviendo en el barrio. No
hay delincuencia, hay centros educativos
muy cerca, la mayoría de los vecinos no
han perdido la calidez de las relaciones
de antaño y el alquiler no se paga desde
hace un cuarto de siglo. "Si arreglaran
esos dos solares...".
La paradoja de
unos vecinos que querían vivir en pisos
de alquiler
Los vecinos de La
Corza abanderaron en la década de los
ochenta la lucha por vivir en régimen de
alquiler, precisamente en tiempos en los
que imperaba la opción de los pisos en
propiedad. En 1982 el Ayuntamiento, por
entonces dueño de las viviendas,
planteaba la compraventa de los pisos en
25 años y dejaba abierta una posibilidad
para quien no pudiera pagar, que
consistía en canjear la vivienda de La
Corza por un piso de Los Pajaritos.
La asociación de
vecinos encargó un estudio, que puso de
manifiesto que el 80 por ciento de los
vecinos del barrio no podían correr con
los gastos de la compra de su vivienda.
Tras diversas reuniones, los residentes
en esta barriada decidieron cortar cada
día la carretera de Carmona y en dos
ocasiones se manifestaron en el andén
del Ayuntamiento. Las protestas dieron
su fruto y la Junta, a través de la
consejería de Obras Públicas, adquirió
las casas y las cedió a los vecinos en
régimen de alquiler, además de ofrecer
la compra a quien pudiera pagarla. La
barriada todavía tenía que cambiar de
propietario una vez más. A principios de
los noventa, las casas de La Corza
pasaban a la Empresa Pública de Suelo de
Andalucía (EPSA) |