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Antonio Castillo Lastrucci, La Pasión por Adolfo Arenas.-

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ablar de Castillo Lastrucci, sólo sé hacerlo de una forma, que es coloquial, porque de un familiar al que quise tanto - yo perdí a mi madre siendo un niño y me criaron mi abuelo y mi abuela -, de alguna manera tengo que hablar de él con una entrañabilidad que ustedes sabrán excusar.

Hablar de Antonio Castillo Lastrucci como escultor o como imaginero para mí puede ser demasiado, entre otras cosas porque hay personas mucho más autorizadas. Yo les voy a hablar de la figura humana de un hombre que nace cuando expira el siglo XIX, en 1882 en un barrio tremendamente castizo de Sevilla como es la Alameda de Hércules y en una calle también tremendamente conocida, hoy calle Del Peral y entonces calle de Los Quesos, y el nombre actual venía del peral que había en la casa donde nace Castillo Lastrucci y que, como niño caprichoso y niño de "casa bien", como le daba por el toro, su padre, sombrerero de profesión, hombre que ganaba dinero en aquellos años, le hizo una plaza de toros en el patio donde estaba el peral.

Quiero decir que, posiblemente la Real Maestranza perdió a un gran hombre en estos menesteres y se lo llevo el arte, o a lo mejor se llevo algún susto - cosa que nunca me contó porque era muy particular en esto de los sustos- y no quiso entrar al trapo del becerro, se quedó con la gubia; se quedó con el barro.

Sus primeros momentos son, como autodidacta que era, como Antonio Susillo, Hablar de su figura humana es hablar de su propia viva y de sus miserias, y ustedes me lo van a permitir. Cuando Susillo muere, de alguna manera se produce un shock tremendo en él. Me lo contaba numerosas veces y, cuando hablaba de su maestro se le nublaba un poco la vista.

El tenía una gran amistad con el sobrino de Susillo, que también se le daba bien el manejo del barro y tengo entendido, y ya los gritos han prescrito, que por aquellos años el sobrino de Susillo y Antonio Castillo Lastrucci, hacían unas muy buenas imitaciones de relieves de Antonio Susillo, y alguna que otra han dado en casas muy selectas en nuestra sociedad sevillana, firmadas por Susillo. Eran necesidades de unos jóvenes que se disponían a vivir la vida que allí les estaba esperando.

Yo he escuchado hablar a Jesús Palomero, en innumerables charlas, en las que distinguía perfectamente dos fases en la vida de Castillo. Una primera fase que llega hasta el año 23, que es cuando se enfrenta cara a cara con la imaginería sevillana, pero Antonio Castillo Lastrucci llega a la imaginería a los 41 años, había vivido prácticamente la mitad de su vida dentro de lo que podemos decir, el arte profano, hasta que hizo el misterio de La Bofetá.

Quiere esto decir que la mitad de su vida es la que se dedica sólo y exclusivamente a la imaginería, y en esta segunda mitad de su vida su trabajo es tan prolífico, que nada más en la Semana Santa de Sevilla, creo que cuenta con sesenta y tantas esculturas o figuras, y en España creo que estamos hablando de doscientas y pico. Todo esto lo hizo Castillo prácticamente en cuarenta años de vida.

Castillo Lastrucci fue fundamentalmente un hombre que en su primera época se dedico al arte que le vino del toro, hizo muchos relieves y grupos escultóricos del mundo del toro, y sobre todo también hizo muchos medios, altos y bajos relieves que hacían referencia a hechos históricos y sobre todo a algo de lo que era un verdadero enamorado, él se había leído y releído una y otra vez las leyendas de Bécquer, y a cada leyenda le había hecho de alguna manera un bajo relieve.

Creo además que el propio Ateneo de Sevilla, en 1912, premia a Castillo por un bajo relieve que se llama "La leyenda de Maese Pérez el Organista". Obtiene premios en Méjico por un relieve llamado "Numancia", lo pensiona la Diputación Provincial para estudios en París y en Roma en 1914, pero él nunca fue a París y nunca fue a Roma, lo pensionaron.. pero nunca fue; ¿coincidencias de la guerra?, posiblemente, o porque estaba tan amarrado a su Sevilla que algo lo retuvo aquí y se perdió el estar en Roma y en París, o Roma y París se perdieron que fuera castillo Lastrucci por allí.

Premio Nacional de Bellas Artes en 1915, participación en diversas exposiciones de esculturas nacionales, las cofradías le rinden diversos homenajes en 1943 y 1961, entre ellas la Hermandad de la Hiniesta, que siempre tuvo en esto una labor pionera y por supuesto, le dan la Medalla al Mérito en el Trabajo (qué lastima), a título póstumo.

Perteneció y reorganizo la cofradía del Museo en 1908 y Las Penas en 1924, fue prioste de La Macarena y, como anécdota, hay que decir que lo dieron de baja por falta de pago, al igual que en la Esperanza de Triana. El Prendimiento y la Hiniesta lo nombran Hermano de Honor en los años 1962 y 1965, respectivamente y sus últimas obras las tiene el Gran Poder

Yo me acuerdo perfectamente, un veintialgo de noviembre, vísperas antes de que se marchara, que entré en su habitación y estaba tallando un Niño Jesús. Era un Niño Jesús para la Hermandad del Gran Poder que, hoy día, preside los actos que se celebran en Navidad. Esa fue su última obra.

Antonio Castillo fallece en su casa de San Vicente, 52 el 26 de noviembre del 67 de una insuficiencia cardiaca y desde el año 1995, sus restos descansas muy cerquita de la Virgen de la Hiniesta, del Cristo de la Buena Muerte y, debajo de lo que para él fue su obra de más afecto: La Piedad.

Yo podría hablarles de las características de su obra, de la blandura, les podría hablar del espíritu mediterráneo que se refleja en sus obras, de que él distingue perfectamente entre los buenos , los malos y los que están de testigos: los impasibles. Si ustedes se fijan en las esculturas de Castillo, ustedes saben perfectamente distinguir que, en el teatro que se está representando en aquel instante encima del paso, quién es el bueno, quién o quienes son los malos y quién o quienes, como los romanos, permanecen impasibles ante el espectáculo que se está desarrollando.

Los hieráticos soldados romanos con rostros impasibles y las cejas constreñidas, los brazos torcidos de los sayones y la bondad que se refleja en las caras de los Cristos, de las Vírgenes y de los Santos Varones. Lo que pasa que en la vida no supo distinguir tanto de buenos, de malos, de mejores y de peores.

Para mí, fue un hombre bueno que dio todo lo que pudo dar, que quizás se quedo esperando algo que nunca le llegó, pero sea lo que sea, yo estoy orgulloso de ser su nieto y desde aquí lo único que quiero es decirle que descanse en paz.

Crucificados de Castillo Lastrucci

Bibliografía:

Conferencia de Adolfo Arenas Lastrucci en el Ateneo de Sevilla (Marzo de 2001)

Fotos y trascripción: Francisco Santiago©

Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©