Sevilla vive inmersa en su impresionante
historia, desvinculándose sin querer de
la realidad que la aprisiona. Una
realidad que no se corresponde con los
siglos pasados, con su sinfín de cuentos
y leyendas preromanas, romanas, góticas,
mudéjares, barrocas y neoclásicas, entre
muchas otras.
El Sevillano: ese que
cuentan que está hiperenamorado de su
ciudad, igualmente lleva la procesión
por dentro, una procesión que se hace
patente en multitud de carencias urbanas
y administrativas, educativas y de
carácter cultural.
Sevilla es una
continua obra, un andamio sobre
construcciones que datan de tiempos
visigodos hasta el siglo XIX, un
continuo ir y venir de documentación
técnica que se pierde en los eclécticos
despachos administrativos. ¿Y qué
podemos hacer ante esto, aparte de
seguir diciendo que tenemos la ciudad
más bonita del mundo? Quizás romper poco
a poco los típicos tópicos que nos
aprisionan cual losa; dejar de ser
costumbristas y abrirnos al futuro;
dejar el egocentrismo a un lado y hacer
un recorrido virtual a la ciudad.
Entonces verán que no
es de oro la Torre que se asoma al
Guadalquivir; que muchos de nosotros no
conocemos nuestra historia; que no
visitamos nuestros monumentos; que no
conocemos a nuestros vecinos; que casi
no hay barrio sin calle levantada por
obras y lo peor, que destruimos nuestros
monumentos y mobiliario urbano con actos
vandálicos, pintadas, mutilaciones y un
largo etcétera de vejaciones.
Estamos acostumbrados
a enseñar la ciudad eludiendo las vallas
de protección por construcciones o
reconstrucciones a la vez que eludimos
sectores “conflictivos”, entre comillas
porque Sevilla no es conflictiva…, o al
menos eso nos han contado.
Actualmente, y esto
está escrito entre octubre y primeros de
noviembre de 2003, El Salvador agoniza
entre estertores de piedra muerta que no
tuvo una revisión a tiempo, Santa
Catalina es un colador donde el agua
recorre en meandros obras de arte, donde
Santa María la Blanca puede ser el
próximo monumento a cerrar por
deterioro, donde la Plaza de España
llevá décadas esperando que alguien se
de cuenta que es patrimonio universal… y
la cuenta suma y sigue.
Y había obras en la
Plaza del Cristo de Burgos, en la
Capilla del Mayor Dolor, en la Puerta de
Jerez, en la Plaza de San Lorenzo, Plaza
de San Francisco, Plaza del Salvador, el
Archivo de Indias, calle San Jacinto… Y
planean volver a pavimentar la Plaza
Virgen de los Reyes y Calle Alemanes o
continuar con las eternas obras en Calle
Betis. Andamios en Francos y Álvarez
Quintero, obras de restauración que no
terminan en San Román, en el Buen
Suceso, en la Encarnación, en la
Alameda…
Esta es la realidad
de nuestra Sevilla eterna, la misma a la
cual llegaron artistas y pensadores de
todo el mundo en el siglo XVI; la misma
que Bécquer o Machado impregnaron en
rimas, leyendas y versos; la misma que
día a día se deteriora y olvida por
nosotros mismos... “los sevillanos”.
Quizás Machado lo tuvo claro cuando
escribió sobre una postal estos bellos
versos:
Vivir es desatinar,
tejer para destejer
aprender para olvidar,
amar para recordar
amor que no pudo ser
o la alegría de ayer
que nunca vuelve a pasar.
Sólo tenemos que
despertar y gritar un ¡Basta ya!, que lo
que no lograron ejércitos de invasores,
no lo consigan ahora la desgana, el
consentimiento, el abandono. Enseñemos a
nuestros hijos a reconocer su propia
ciudad, su historia, sus monumentos,
porque Sevilla vive y disfruta de un
turismo que, como siga la cosa como
va... quizás sólo se contemple en
internet.
Fotos: Francisco Santiago© |