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El Triduo de Carnaval.-

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El Carnaval Cristiano

La raíz etimológica de la palabra carnaval nos da la definición de la fiesta. Deriva del latín carnalevare, en italiano carnavale y significa quitar la carne. Se entiende por fiestas de carnetolendas (proveniente de la locución latina dominica ante carne tollendas, domingo antes de quitar las carnes) las realizadas en domingo, lunes y martes anteriores al Miércoles de Ceniza como explosión de los sentidos antes de vivir el tiempo y rigor penitencial de la Cuaresma.

Tenemos que considerar los Carnavales como una emanación de las Bacanales o fiestas del dios Baco, de las Saturnales en honor de Saturno y finalmente de las Lupercales del dios Pan, que se celebraban en Grecia y Roma, caracterizadas por el desorden civil y el desenfreno moral y que han llegado hasta nosotros como costumbre de gran popularidad. En los primeros siglos del cristianismo se propagó en Costantinopla primero, pasando más tarde a los pueblos de occidente.

En España decayó en tiempos de la dominación goda, pese a que estos los apoyaron al igual que acaeció con los árabes. En 1523 en Emperador Carlos V y su madre doña Juana, movidos por el espíritu religioso y presiones eclesiásticas, prohibieron toda clase de fiestas de carnaval en el reino. En 1637 y en tiempos de Felipe IV, el rey, amante de las fiestas carnavalescas, levantó para tal fin una plaza de madera en el recinto del Retiro que ha pasado a la historia por sus 7000 luces y 488 ventanas, siendo su espectacular estreno en 15 de febrero de dicho año.

Felipe V, primer Borbón, gran rigorista y de espíritu religioso, prohibió de nuevo el carnaval, restableciéndolo su hijo Carlos III que en 1767 introduce el baile de máscaras. En el tiempo de Fernando VII de nuevo se suprime, revitalizándolo a su muerte su viuda la reina regente, María Cristina.

Las fiestas decaen durante todo el siglo XIX, extinguiéndose prácticamente en el siglo XX. En Sevilla fueron famosos los carnavales por sus batallas de flores, en el adorno de las calles y en las cabalgatas de vehículos bellamente adornados con ocupantes con máscaras. Ante el desenfreno licencioso del Carnaval se ha opuesto siempre la Iglesia con actos de desagravio y mortificación, conocidos como el carnaval cristiano.

El 25 de julio de 1763 el Papa Clemente XIII (1758-1769) recomienda la exposición del Santísimo durante los tres días de fiesta, concediendo indulgencia plenaria a los que confesados y comulgados visitasen una iglesia en las semanas de septuagésima, sexagésima o quincuagésima hasta el Miércoles de Ceniza inclusive.

El 18 de Junio de 1822, Pío VII (1800-1823) tiene a bien conceder 300 días de indulgencia a los fieles que asistan a un ejercicio en honor de la Virgen en el misterio de sus Dolores en cualquier iglesia del mundo, invocándola como medianera y pidiendo perdón por las ofensas en los diez últimos días de carnaval.

Por rescripto de 17 de enero de 1846 Gregorio XVI (1831-1846) da bendición y autoridad pontificia a una piadosa costumbre llamada Comparsa cristiana, doce personas oran y meditan en las horas más pecadoras, es decir las nocturnas desde las doce de la noche a las cinco de la mañana por espacio de media hora. Su Santidad concede siete años y siete cuarentenas de perdón por cada práctica, e indulgencia total al realizarlo cuatro veces confesando y comulgando un día de carnaval.

II. El Desagravio de Luz y Vela

En 1789, Fray Jerónimo de San Eliseo, carmelita descalzo, instituye en Madrid la Real Congregación de Luz y Vela continua del Santísimo Sacramento a nombre de los Señores Reyes Don Carlos IV y Doña María Luisa, con el objeto de dar culto a Su Divina Majestad oculta en los sagrarios, teniendo la institución la obligación de dar dos velas de cera para que ardiendo ante la Eucaristía sirva ese alumbrado de recordatorio para los fieles de la Real Presencia Divina, obligándose asimismo los congregantes a orar por espacio de media hora sucesivamente en la vela continua.

Al llegar a Sevilla unos estatutos de la nueva congregación, D. Juan José Díaz de Bulnes y D. Carlos Colarte fueron los primeros devotos en plantear la idea de un nuevo culto al Divino Sacramento, asistiendo con seis cirios encendidos a la Reserva de las iglesias donde estuviera el Jubileo Circular de las cuarenta horas. A estos se asociaron con rapidez el presbítero D. Antonio Gutiérrez, D. Vicente Calonge, D. Juan Romero y D. Diego Codina, que empezaron a salir al altar acompañando al preste en la bendición eucarística la tarde del 8 de marzo de 1791 en el convento de Ntra. Sra. de la Paz, de los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios.

El 20 de marzo del mismo año se acompañó por vez primera una procesión al Sacramento, en el convento de religiosas cistercienses de Santa María de las Dueñas, comunicándose seguidamente la idea de la fundación al señor Asistente D. José de Ábalos y al Intendente Marqués del Pedroso, que la acogieron con gran satisfacción.. El Arzobispo D. Alonso Marcos de Llanes y Arguelles (1783-1795) firmó el decreto de aprobación, obteniéndose el 8 de marzo de 1792 carta de agregación con la de Madrid.

Pío VII el 22 de abril de 1823, concede a Luz y Vela el privilegio perpetuo de celebrar misa rezada en el altar mayor de ls iglesias donde se hallara el Jubileo Circular, dávida que sería renovada por la santidad de Pío IX (1846-1878). En los estatutos aprobados por Real Provisión de 17 de octubre de 1833 aparece la obligación de la institución a realizar actos de desagravio al Señor durante los días de la fiesta del carnaval.

En la actualidad la congregación está establecida en la iglesia de Santa Cruz, donde realiza el Jubileo Circular de las 40 horas los tres días de carnaval, donde participan con una hora de meditación Instituciones religiosas, Hermandades y Cofradías y el Consejo General de las mismas. El último día, martes, se realiza solemne procesión claustral con Su Divina Majestad, concluyendo con la Bendición y reserva tan histórico culto de desagravio.

III El Triduo de la Santa Iglesia Catedral.

Don Francisco de Contreras y Chávez, veinticuatro de la ciudad, caballero de Calatrava, caballero real y familiar del Santo Oficio, deja sus bienes al Cabildo Catedral por testamento de 24 de julio de 1679 para que una vez fallecida su esposa, doña Ana María Veldaza se celebrase un triduo durante los días de carnaval de grandeza y solemnidad similar al de la octava de la Inmaculada.

El 22 de septiembre de 1682 muere el generoso donante y el Cabildo catedralicio agradecido, asiste en pleno a su entierro, vistiendo birrete, en compañía de los niños cantores y músicos, para solemnizar la misa. Su viuda muere el 9 de marzo de 1691. El Cabildo acepto la voluntad del donante el 11 de febrero de 1693 recibiendo de D. Juan Bautista Aguinaga, su albacea, más de 13.000 pesos en escudos de plata.

Al ser insuficiente la renta del legado, no pudo llevarse a cabo el triduo hasta que el Cabildo añadió lo que restaba, celebrándose por vez primera los días precuaresmales de 1695 hasta la actualidad. El ceremonial se ajusta al celebrado en la octava del Corpus, vistiendo los seises de rojo y blanco e interpretándose bailes dedicados al Misterio Eucarístico. Este triduo de carnaval ha sido un dulce desconocido de la Catedral hispalense, pero la asistencia al mismo ha crecido en los últimos años al ser difícil resistirse a una tarde de seises, que es vivir momentos de gloria en la antesala del cielo.

Bibliografía:

Gámez Martín, José (Boletín de las Cofradías nº 493)

Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©