Durante la Baja Edad
Media surgieron en España una serie de
congregaciones bajo la advocación del
Cuerpo de Dios. Casi todas ellas
tuvieron un carácter hospitalario,
alternando sus obligaciones
asistenciales con las propiamente
culturales. En Sevilla tenemos
constancia, al menos, de dos: una
radicaba en la collación del Salvador y
la otra en la de San Martín. Pero este
tipo de Hermandad eucarística poco tiene
que ver con las que se fundaron a partir
del siglo XVI por toda Europa y el mundo
hispánico, pues estas responden a otro
tipo de espiritualidad, relacionada con
toda la problemática reformista de la
Iglesia Católica durante la Edad
Moderna.
Todos los
Historiadores coinciden en afirmar que
Doña Teresa Enríquez fue la fundadora de
las más antiguas Hermandades
sacramentales españolas. Tan noble dama
obtuvo en 1508 del Papa Julio II la bula
"Pastoris Aeternis", que concedía
múltiples gracias y privilegios para las
cofradías que Teresa Enríquez, llamada
por aquel Pontífice "la Loca del
sacramento", iva instituyendo por
diversas ciudades y pueblos españoles,
comenzando por la de su propio señorío
de Torrijos.
Por las crónicas
sabemos que en 1511, Doña Teresa llegó a
Sevilla formando parte del séquito de
Fernando el Católico y de su segunda
esposa, Germana de Foix. Aquella traía
consigo la citada bula papal,
repartiéndola entre los feligreses de
las distintas collaciones históricas
hispalenses, quienes se agruparon para
formar las más antiguas cofradías
eucarísticas de la ciudad.
En otras ocasiones,
hemos expuesto nuestra sincera creencia
de que se produjo una fundación
prácticamente simultánea en el tiempo,
No obstante, no existen argumentos de
peso para negar la venerable tradición
que afirma la primacía temporal de la
del Sagrario de la Catedral sobre las
demás. Y ello en base a la cercanía del
templo metropolitano con el Alcázar.
Son muy pocas las
reglas primitivas que se conservan de
estas Sacramentales sevillanas,
habiéndose podido suplir en buena medida
esta carencia mediante la consulta de
testimonios indirectos, aunque
fehacientes. Son los casos de las
ordenanzas de Santa Lucía en 1522, San
Isidoro en 1526, San Vicente en 1535,
San salvador en 1543 u Omnium Sanctorum
en 1550, por citar algunos ejemplos del
siglo XVI.
Las Hermandades
Sacramentales son, por esencia, de
naturaleza parroquial. Este carácter lo
compartían con las hermandades de Ánimas
Benditas del Purgatorio, de manera que
en algún momento de su historia, todas
las parroquias antiguas de Sevilla
contaron con estos dos tipos de
corporaciones. Que esto es cierto lo
confirma en 1587 Alonso Morgado cuando
afirma "cómo son en cada una iglesia
parroquial las dos cofradías, una
Sanctissimo Sacramento y otra de las
ánimas del purgatorio". En el siglo XVII
será el analista Diego Ortiz de Zúñiga
quien nos revele que "todas las
parroquias tienen cofradías particulares
del Santísimo Sacramento, que celebran
cada mes su fiesta particular, y de las
ánimas del purgatorio, que procuran con
sufragios su descanso eterno".
Durante los siglos
XVI, XVII y XVIII, los sevillanos se
tomaron muy en serio aquella opinión
expresada por el Abad Alonso Sánchez
Gordillo que recordaba que no debía
estimarse por cristiano entero quien no
fuese cofrade del Santísimo Sacramento.
En Efecto, la mayor parte de los
feligreses eran recibidos como miembros
de estas corporaciones, aunque sólo
fuera por lucrarse de las gracias
espirituales de la cofradía y recibir
sepultura en las bóvedas de la
Hermandad. Las calidades que tenía que
reunir el pretendiente a hermano o
hermana se resumían en ser cristiano
viejo e individuo de buena vida, fama y
costumbres.
Dos son los grandes
pilares sobre los que se cimienta la
fundación e instituto de toda hermandad
sacramental: el culto público a la
Eucaristía y la asistencia a los
cofrades difuntos. A este doble
fundamento podría sumarse un tercero que
llegaría a convertirse en consustancial
a todas las Sacramentales. Nos referimos
al fervor concepcionista, de cuyo dogma
se convirtieron en tenaces defensoras y
cuya devoción se hace presente muchas
décadas antes de los famosos votos que
se prodigaron a partir de 1615.
Las procesiones
eucarísticas constituyen el culto
público por excelencia de estas
hermandades, vinculándose a su propia
fundación.
En la mayoría de las reglas
primitivas se recalca que su institución
canónica se produce "para efecto de
servir y acompañar al Santísimo
Sacramento al tiempo que sale a visitar
los enfermos, con candelas de cera
encendidas en las manos".
Esta comitiva
con el Santísimo bajo palio, es decir,
la procesión de impedidos, no se
organizaba, como ahora, una vez al año
dentro del tiempo pascual, sino cuantas
veces era necesario dar la comunión a un
enfermo de la feligresía.
desgraciadamente, en nuestros días ha
disminuido ostensiblemente el número de
Hermandades que organizan estas
procesiones, cuya desaparición suele
justificarse por la cotidiana atención
sacramental que reciben los enfermos por
parte del párroco.
Otras procesiones eucarísticas se
celebraban con motivo de la solemnidad
del Corpus Christi, generalmente en la
infraoctava de dicha festividad. Un
reflejo fidedigno del aparato religioso
que envolvía a estas manifestaciones de
culto público puede vislumbrarse en las
que hoy siguen organizando las
Sacramentales de la Magdalena, Santa Ana
(Esperanza de Triana), Salvador (Pasión)*,
San Bernardo, Santa Genoveva, Cerro del
Águila o la Sed. Otros cultos
eucarísticos eran las llamadas fiestas
mensuales, que solían acontecer el
tercer domingo de cada mes, y el Triduo
Pascual, cuando tenían lugar sendas
procesiones para "encerrar y
desencerrar" el Santísimo en el
Monumento.
Nos interesa
vivamente resaltar la obra asistencial
ejercida por un buen número de estas
sacramentales, encargándose de socorrer
a los menesterosos de la collación con
limosnas en metálico y en especie - pan,
pescado, carne, vestido -, visitando a
los enfermos de la cofradía y velando
por su bien espiritual y material,
dotando doncellas para su casamiento o
ingreso en alguna comunidad religiosa,
etc.
Ciertamente, tras
vivir largas décadas de esplendor, Las
Sacramentales vivieron momentos críticos
durante la centuria decimonónica. A
finales del XIX, la pérdida de buena
parte de sus propiedades inmobiliarias
como consecuencia de las medidas
desamortizadoras, la secularización de
la sociedad, así como el creciente
descenso en el número de cofrades, y por
consiguiente de las fuentes de ingresos,
les llevó a una situación límite, que
desembocó en un escalonado proceso de
fusión con otras Hermandades, tanto de
Gloria, como sobre todo de Penitencia.
Actualmente sólo cinco Hermandades
Sacramentales de las consideradas
"históricas", permanecen sin fusionarse:
Sagrario, Santa María Magdalena, San
Gil, San Pedro y San Ildefonso.
* La
procesión Eucarística del Salvador no ha
tenido continuidad desde el año 2002,
desconociéndose si es de carácter
temporal o si se ha dejado de
desarrollar definitivamente.
Bibliografía:
Roda
Peña, José (Delegado de Hermandades
Sacramentales) |