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Aunque en Sevilla ya había Hermandades Sacramentales antes de la llegada de Teresa Enríquez, si hemos de reconocer que fue a partir de ella cuando surgieron y crearon muchas de las conocidas documentalmente, allá por la primera mitad del siglo XVI y siempre en torno a esta dama.

El Culto al Santísimo

El culto al Santísimo está relacionado directamente con la celebración eucarística. Durante toda la Alta Edad Media se multiplicaron el número de misas diarias hasta tal punto que hubieron de dictarse decretos de limitación de las misas que podía celebrar cada sacerdote.

Esta es la a causa de la multiplicación de altares en las iglesias. Entre el pueblo sencillo existía una gran devoción y muchos procuraban oír el mayor número posible, pero no como participación, sino en el sentido de que se fue creando una práctica un tanto supersticiosa relativa a la adoración del Santísimo en el momento de la Elevación, que presuntamente producía efectos salutíferos para el alma y el cuerpo de quienes lo observaban con devoción.

Todo ello es fruto de una clara evolución de la eucaristía en relación con la religiosidad y participación del pueblo en la vida de la Iglesia. En los primeros tiempos era una celebración comunitaria y participativa totalmente abierta y comprensible en donde se compartía la vida.

Pero ya cuando el cristianismo se convierte en la religión oficial del Estado romano, las eucaristías se masificaron, perdieron la espontaneidad y se fue creando unas fórmulas ordinarias comunes para unificar la práctica. Junto a esto, los ministros oficiantes, diáconos y los obispos tienden a constituirse en una élite ilustrada que cada vez se aleja más de la comunidad a la que sirve y que los eligieron como responsables y adquiere una supremacía potestativa sobre los fieles.

Cuando desaparece el Imperio Romano y los distintos pueblos que lo constituían van construyendo su identidad y comienzan a establecerse lenguas vernáculas en las que se expresan normalmente todos sus habitantes, el clero lo sigue haciendo en latín en las misas y demás celebraciones.

Esto contribuye aún más a la separación entre el clero y el pueblo fiel, que acude como mero espectador de unos Misterios y unos ritos que no puede entender. Al irse apercibiendo de todo esto, la jerarquía promueve más que una participación real, un acercamiento afectivo, es decir una devoción hacia el Misterio eucarístico.

El pueblo está físicamente separado del presbiterio por una iconostasis cubierta además por una cortina, que sólo se descorría en determinadas partes de la misa, como la consagración, en la que difusamente el pueblo podía vislumbrar la Elevación de las Formas. Así los fieles tenían un sentido de la eucaristía un tanto críptico, misterioso en el que Cristo tenía sólo una relación clara con el clero, que era quien podía entender a ese inaccesible Dios.

De hecho, la comunión de los fieles ha sido desde la Edad Media muy poco fomentada, por una mezcla de excesivo respeto y veneración y la propia consideración devocional que no invitaba ciertamente a recibir las especies consagradas. En el mismo sentido cabe decir que poco a poco se fue eliminando la secular costumbre de que fuera el pueblo quien ofrendara el pan y el vino que se iba a consagrar, estableciéndose poco a poco un tipo de formas especiales cuidadosamente reglamentadas, que hacían todavía más impersonal y alejada del pueblo la celebración eucarística.

De la misma manera, desde el siglo X (Concilio de Clermont.1095), va desapareciendo el uso de comulgar bajo las dos especies, afirmándose el dogma de que bajo cualquiera de las dos, se recibe a Cristo entero. Esta última disposición fomentó no poco la devoción al Santísimo Sacramento.

Toda esta devoción por el Santísimo Sacramento y su realce progresivo fue haciendo posible unas determinadas prácticas de piedad fuera de la eucaristía, entre ellas la exposición permanente o la institución de la Fiesta del Corpus Christi con su solemne procesión pública por las calles.

Las Sacramentales en la actualidad.

Como pueden comprobar, situándonos en la actualidad, las Hermandades Sacramentales fueron la cuna de muchas de las actuales Hermandades de Penitencia de Sevilla, estando hoy en día en periodo de recuperación, puesto que muchas de ellas desaparecieron o quedaron en el olvido durante muchos años, sobreviviendo a la historia uniéndose con las hermandades de Gloria y Penitenciales con las que compartían sede canónica.

Igualmente, aunque en muy pocos casos, varias de ellas continúan siendo de las llamadas "puras", habiendo subsistido sin la unión (que no ayuda) de otras Hermandades. En este caso están la del Sagrario, quizás la más potente y activa, aunque no tenga el mismo carácter que hace más de 400 años, la de San Ildefonso, que pasa actualmente por un estado "crítico", al conocer la baja de hermanos (sobre todo debido a la edad) y la falta de altas en la misma y La Magdalena, la única que se ha habituado a los nuevos tiempos y ha creado su propia página web oficial.

En los tiempos de Postguerra, Las Sacramentales, como todo el ámbito nacional, estuvieron muy ligadas a las instituciones militares, donde los altos cargos participaban en sus procesiones e incluso portaban el palio de respeto. Incluso la cultura católica y la enseñanza, actualmente ha casi olvidado la costumbre de arrodillarse cuando pasa el Cuerpo del Señor, en señal de amor y devoción.

Hoy en día, las Hermandades de Penitencia han recuperado multitud de procesiones Eucarísticas, siendo igualmente común los cultos al Santísimo Sacramento y el Jubileo Circular de las Cuarenta horas, donde el Santísimo es velado en turnos de adoración, Además otra carácterística de las Hermandades Sacramentales es que usan el color rojo en su cera, ese color conocido como "sacramental".

Sólo se quiere lo que se conoce.

Tomando como referencia el lema de la Parroquia de San Sebastián, donde reside la Hermandad Sacramental de La Paz, en el barrio del Porvenir, podemos situar la actualidad de las Hermandades Sacramentales. Dicho lema dice "Sólo se quiere lo que se conoce" y quizás, por este motivo las Sacramentales han ido perdiendo fuerza, sobre todo por el auge obtenido por las de carácter Penitencial, en detrimento de las de carácter Sacramental.

Quizás una gran causa de este declive, fuera el hecho de abandonar la costumbre de las Procesiones Sacramentales, donde la Religiosidad Popular está presente, también las influencias políticas de los distintos periodos de gobierno, también influyeran en su letargo, aunque gracias a Dios, hoy en día cada vez está menos conjugados los tiempos verbales "rezar y gobernar", aunque los políticos busque y encuentren apoyo popular acercándose frecuentemente a los actos y cultos en torno a nuestras cofradías.

Hoy los actos y cultos sacramentales vuelven a tomar auge y cada vez son más frecuentes, aunque no en todos los casos, la actividad sacramental en el seno de las hermandades y en el sentir popular. Prueba de ello son la cantidad de público congregado entorno a la celebración del Corpus, tanto el Magno de la Catedral, como los ofrecidos, a menor o mayor escala, en multitud de parroquias.

También hemos de reconocer que los tiempos han evolucionado y con él, muchas enfermedades han sido erradicadas, con lo cual las Procesiones de Impedidos casi han desaparecido o, en su defecto, sustituidas por Procesiones Sacramentales. Antiguamente, el hecho de concederse el Jubileo de las Cuarenta Horas, era motivo de júbilo tanto para la parroquia como para la feligresía, adornándose el templo para recibir al Santísimo y celebrándose incluso con fuegos artificiales y capillas musicales, caso de la Sacramental de La O.

Por aquellos tiempos, situándonos en los mediados del Siglo XVIII, eran más importantes los Oficios del Jueves y Viernes Santo que la propia Semana Santa. Igualmente, las Procesiones de Enfermos e Impedidos tenían amplios cortejos en sus manifestaciones anuales por la Ascensión, donde los niños carráncanos eran acompañados por otros vestidos de ángeles y otros representando a la Fe, la Esperanza y la Caridad, con multitud de hermanos con cirios, acompañamiento musical y escolta de gala de soldados.

Igualmente, las procesiones de enfermos e impedidos se realizaban cada vez que era necesario auxiliar a un miembro de la collación, o asistir a moribundos, acto "casi" perdido en la actualidad. Debido a esta decadencia, muchas hermandades sacramentales, optaron por fusionarse con las Hermandades con las que compartían sede, para poder seguir subsistiendo. Uniones entre Sacramentales y Penitenciales: Salvador (Pasión), San Vicente (Siete Palabras), San Juan de la Palma (Amargura), San Roque, Santiago el Mayor (Redención), San Martín (Lanzada), San Andrés (Santa Marta), Santa Catalina, San Julián (Hiniesta), San Lorenzo (Soledad), San Nicolás (Candelaria) , San Isidoro, Santa Ana (Esperanza de Triana), San Bernardo, Santa Cruz, San Sebastián (La Paz), Santa Genoveva, Inmaculada Concepcion (La Sed), San Gonzalo, Ntra. Sra. de los Dolores (El Cerro).

Con todo esto, estas hermandades cuyo origen proviene de Italia, están en un periodo de reactivación en nuestra ciudad y cada vez son más los feligreses que acuden a los actos externos en honor a su Santísima Majestad, aunque respecto a los cultos internos, quizás la cosa haya que estudiarla con más detenimiento.

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Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©