El
Triduo Pascual era la preparación de los
católicos para la Pascua, aunque desde
1969, con el nuevo calendario litúrgico
se presento ya totalmente unido a la
Pascua, donde se conmemora la Pasión,
Muerte y Resurrección de Nuestro Señor,
siendo su tiempo de preparación la
Cuaresma, y comenzando en la misa
conmemorativa de la Última Cena del
Señor con los Apóstoles y finalizando en
las Vísperas del Domingo de
Resurrección. Con esto, el Triduo se
comienza el Jueves Santo, concluyendo en
la Vigilia Pascual, en la noche del
Sábado Santo, esta vigilia, a su vez,
inicia el Tiempo Pascual.
Antaño la celebración
de la Resurrección se realizaba todos
los domingos, siendo trasladada
posteriormente al Domingo de
Resurrección, aunque comenzaba con
varios días de ayuno y terminaba con una
vigilia nocturna. En el siglo III este
acto era acompañado por el sacramento
del bautismo.
Desde el siglo V, el
Jueves Santo se instituyó como el de
reconciliación de los penitentes,
consagrándose el aceite con el que se
consagrarían los bautizados en la
vigilia pascual.
Ya
en el siglo VII, se realizaba una misa
vespertina conmemorativa de la traición
de Judas y de la Última Cena,
adquiriendo en la Edad Media mayor
consistencia, al incluirse el lavatorio
de los pies y reserva de la Eucaristía
para la comunión del Viernes Santo.
En 1951, el Papa Pío
XII inicia la revisión de la Semana
Santa, restaurando la Vigilia Pascual,
continuándose con las reformas
litúrgicas del Concilio Vaticano II,
donde la Misa de la Cena del Señor del
Jueves Santo, evoca la última realizada
por Nuestro Señor y donde hay tres
signos que la caracterizan: El lavatorio
de pies, la Reserva de la Eucaristía y
el despojo de los altares, este último
para conmemorar el expolio de Cristo, al
ser abandonado por los suyos.
Ilustraciones:
Giotto, capilla Scrovegni, Padua
Bibliografía:
Rueda Gómez, Luis. (Boletín de las
Hermandades y Cofradías de Sevilla Nº
504. |