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El Arzobispado de Sevilla Ante la Segunda República. Análisis de una Exhortación Pastoral.- José Domínguez León

Esta en: Portada / Hermandades / Penitencia / Documentación / Exhortación

1. La coyuntura y el sentido del documento

Los años de las primeras décadas del siglo XX trajn notables cambios en el mundo de las hermandades sevillanas en un sentido muy heterogéneo. Por una parte, se produjeron transformaciones fundamentales en las formas y en la mentalidad religiosa; por otra, se perfiló un modelo de Semana Santa muy próximo al que hoy conocemos, con una destacada pauta en cuanto a la fundación de corporaciones, al tiempo que se adoptaban patrones de comportamiento interno y externo que se asemejan a los que se consolidarían algo más tarde.

Cuando se proclamó la Segunda República se hallaban las relaciones Iglesia-Estado en un punto de indudable inestabilidad, debiendo tenerse en consideración que el ambiente generalizado de propuestas contra la religión, la Iglesia y los creyentes venía definido desde distintas ópticas ideológicas y políticas. A partir del 14 de abril de 1931 se abría un período que, a todas luces, podría traer consigo factores de zozobra en el ya complicado sistema en las relaciones aludidas.

El prelado sevillano, cardenal Eustaquio Ilundáin y Esteban, quien presidía la Silla Hispalense desde 1921, era hombre de acentuadas dotes y un sagaz negociador en situaciones conflictivas. Tal vez vislumbró los peligros que podían acechar a la Iglesia en su diócesis y, antes de acabar el mes de abril de 1931, promulgó una exhortación pastoral -firmada el día 30 de dicho mes-, constituyendo todo un documento que vaticina los males que podrían acontecer, a la vez que procuraba establecer unas pautas básicas a fin de evitar enfrentamientos (1) .

2. Contenido y alcance de la exhortación pastoral.

El documento se articulaba en torno a cuatro partes muy bien diferenciadas, aunque en su organización adoleciera de las convenientes cesuras o estructuración, motivo por el cual cabe tildarlo como poco o nada operativo de cara a que fuese leído a los fieles en las homilías de la misa dominical. Esto vino a significar que lo asumirían quienes tenían acceso a la prensa diaria o al Boletín del Arzobispado, donde se insertó. En esta misma dirección, se puede apuntar que el prelado intentaría que la exhortación fuese conocida, esencialmente, por quienes tenían mayor ascendencia sobre los creyentes, es decir, el clero y los sectores más militantes del catolicismo sevillano para, de este modo, concebirlos como caja de resonancia que transmitiera el mensaje. El fondo de la exhortación era muy claro y rotundo. Valorar la situación como compleja y con posibilidades de que derivase en una lucha, cimentar la misiva en los textos sagrados y, finalmente, hacer un llamamiento a los fieles, por un lado, y al clero, por otro.

En la primera parte, el documento era sobradamente explícito, argumentando que
“[....] venimos dando a los sacerdotes y a los fieles los consejos saludables oportunos para la dirección de sus conciencias y normas prudentes de moral cristiana en lo relativo a sus deberes morales del católico como miembro de la sociedad civil; a fin de armonizar en la vida práctica los deberes del cristiano con los deberes del ciudadano mayormente en el trance en que se encuentra nuestra amada patria España.

Desde que pudimos formarnos concepto claro de la situación que de hecho ha venido a España con el cambio de régimen en la gobernación del Estado, no hemos vacilado en aconsejar a nuestros queridos hijos que la actitud del católico español amante de su patria debe ajustarse a un acatamiento sincero y respetuoso al Gobierno actual de la nación, obedeciendo las disposiciones de los poderes que actualmente presiden los destinos de España en cuanto ordenen al bienestar público y al sostenimiento del orden, base indispensable de la prosperidad nacional. [....]

Si la sociedad quedase privada de la autoridad acarrearía su ruina, el desquiciamiento general, dada la condición y los egoísmos de los hombres: al querer cada ciudadano que prevaleciese su criterio en el funcionamiento del cuerpo social y en la coordinación de las fuerzas y actividades de los demás, se engendraría una situación caótica, la más espantosa confusión precursora de la anarquía o de luchas fratricidas. [....]”

El prelado ponía énfasis en el acatamiento de la legalidad vigente y en la conveniencia de obrar con rectitud moral y salvaguardando los intereses generales de la nación. Como preámbulo hacía referencia expresa a la dificilísima situación política en la que se hallaba España.

En la segunda parte del documento se recurría a las Sagradas Escrituras para hacer una argumentación que sostuviese la posición planteada por el prelado. Si bien es cierto que el episcopado español fue cauto ante el advenimiento de la República, también lo es que algunas posturas individuales dentro de dicho cuerpo eclesial eran discordantes. De partida, el prelado hispalense dejaba clara su opción por el entendimiento y el alejamiento de cualquier tipo de belicosidad.
En una tercera parte se hacía una reflexión en torno al papel de la Iglesia y de los católicos en la vida pública, en términos muy generales, al afirmar que

“[....] Consecuentemente la santa Iglesia con su misión moralizadora y de paz, inculca a sus hijos el cumplimiento de los deberes sociales y cívicos, especialmente respecto de los que ejercen las funciones de la autoridad en las funciones civiles, sean Imperios, sean Repúblicas, sea cual fuere la organización política de cada Estado. Deja incólumes a los miembros de cada nación sus derechos políticos, y se mantiene ajena a la determinación de la voluntad de cada Estado, salva la justicia y honestidad en lo referente a su forma de régimen [....]”

Quedaba patente la intención del prelado de dejar sentada la dirección de no interferir en las cuestiones del Estado, llamando a los católicos al acatamiento de la forma de estado imperante entonces en el país.

En una cuarta parte, se marcaban pautas a los fieles y sacerdotes de la diócesis, a fin de evitar roces o enfrentamientos. A los primeros se les instaba al “[....] Acatamiento a la autoridad del Gobierno que rige actualmente los destinos de España; Obediencia a las leyes y decretos del Poder público que no estén en oposición a las leyes divinas o a los derechos de la Iglesia; Cooperar al orden público y al bienestar general de la Nación y al mejoramiento de la condición económica del menestral, sin utopías absurdas, pero con espíritu de verdadero amor al prójimo y compasión de sus males; Fomentar cada uno la moralidad en la vida privada y pública; Ejercitar el derecho de sufragio que las leyes otorgan, usando de éste según las normas de la moral cristiana, para que sean elegidos el mayor número posible de sujetos dignos, dispuestos a procurar el bien de la Religión y de la Patria; [....]”

Con respecto al clero, se proponía que debía

“[....] éste sustraer de ingerencias políticas el ejercicio de su ministerio; Mantenerse en los límites de una sana prudencia en sus actos de ciudadanía, conforme al canon 141 del Código canónico y a las prescripciones que la Santa Sede tiene anteriormente dadas, y Abstenerse de asuntos o alusiones políticas en la predicación [....]”

3. El prelado de la diócesis de Sevilla marcó propuestas de paz y se anticipó a una posible contienda.

El documento deja establecido, con nitidez, que el prelado de la diócesis de Sevilla captó la gravedad de la situación política española, valoró que podía desembocar en una contienda fratricida, hizo llamamientos a acatar el orden político recién instaurado y formuló pautas de comportamiento para fieles y sacerdotes, en un intento de evitar fricciones que deteriorasen el endeble entramado sociopolítico.

Su entendimiento no le engañó, en tanto que el posterior desarrollo de los acontecimientos le dio la razón en lo referente a la gravedad del momento y a las posibles tristes consecuencias del mismo. La Iglesia sevillana, en principio, se encontraba advertida y consecuentemente pastoreada, motivo por el cual cabe señalar que posteriores cambios de orientación, llevados a cabo por los laicos o el clero, serían adoptados sobre la base de argumentos o actuaciones esgrimidos contra la Iglesia, y que a lo largo de los primeros meses del período republicano se dejaron ver. Entre ellos cabe subrayar los atentados o la destrucción llevados a cabo contra edificios y bienes de la Iglesia, la creciente virulencia anticlerical y el clima de tensión e inestabilidad imperante a partir de mayo de 1931.

Como se aprecia en la posición del prelado sevillano, la primera intención de la jerarquía eclesiástica en Sevilla fue de apaciguamiento. Los acontecimientos que posteriormente se desarrollaron pudieron hacer bascular tal posición, hasta hacerla casi diametralmente opuesta. La evolución desde ese planteamiento primero, regido por la cautela, hasta otro muy distante, estuvo marcado por la sierpes de hechos que ni el clero ni los fieles podían asumir. Distinto es que la toma de posiciones derivó en el clero y la jerarquía hacia terrenos emparentados con el pensamiento y la acción más conservadora, e incluso con claras vinculaciones con los sectores ideológicos que se oponían de forma visceral a los derroteros que tomaba la situación política (2) .

 



(1).- El documento se publicó en el Boletín Oficial Eclesiástico del Arzobispado de Sevilla, así como en distintas publicaciones diarias. Vid. La Unión, 5-V-1931.


(2).- El tratamiento de esta amplia y difusa temática, centrado en el ambiente religioso en la Sevilla de la Segunda República, así como algunas apreciaciones acerca de la proyección de la mentalidad en religión y política en DOMÍNGUEZ LEÓN, J., La Semana Santa sevillana de 1932 y la cuestión del miedo, Actas del I Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, Diputación de Zamora, Zamora, 1988, pp. 391 410; El estado de la cuestión sobre la Guerra Civil. Una aproximación estructural, en La Guerra Civil Española, U.N.E.D., Centro Asociado de Sevilla, 1988, pp. 61 80; Cambio político y actitudes religiosas en la Sevilla de 1928 1932, en Hispania Sacra, C.S.I.C., 1986, vol. XXXVIII, núm. 77, pp. 127 149; Aspectos religiosos de la Sevilla de 1936. Los católicos ante la Guerra Civil, Actas del VII Congreso de Hespérides, Baena, 1989, pp. 403 421; Educación y adoctrinamiento religioso en Andalucía durante la Restauración, en Anuario de Investigación de Hespérides, nº 2, 1994, pp. 213-229; Catolicismo social frente a violencia política en la España Contemporánea (1868-1950), en CASTAÑEDA, P. y MARTÍN DE LA HOZ, J. C., Violencia y hecho religioso, Cajasur, Córdoba, 1995, pp. 143-163; La visita ad límina de la diócesis de Sevilla en 1932, Actas del VI Congreso de Hespérides, Córdoba, 1988, pp. 221 235; Religiosidad popular y anticlericalismo en la Andalucía del siglo XIX. Aproximación metodológica, en RODRÍGUEZ BECERRA, S. (Coordinador), Religión y Cultura, vol. 2, Fundación Machado - Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, 1999, pp.517-531.

José Domínguez León. Profesor de la UNED en Sevilla
"Artículo publicado en la revista "Jesús Despojado" de enero de 2004"

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