Sus antecedentes lingüísticos hacen que
directamente nos refiramos al termino
latino “confraternitas” para referirnos
al origen de la palabra, igualmente en
ingles sería “fraternities” o “brotherhood”.
Sus orígenes tienen vinculación
directamente proporcional al poder de la
Iglesia.
Aunque hay vestigios más antiguos,
puesto que ya en tiempos visigodos tuvo
preponderancia la Catedral de San
Vicente, posiblemente establecida en los
terrenos que actualmente ocupa la
parroquia del Divino Salvador, la Edad
Media (Siglos VII al XV) es donde muchas
de ellas comienzan a tener
preponderancia, siendo en un principio
de carácter benéfico, dedicadas sobre
todo a la caridad, atención de enfermos
e impedidos y estando ligadas a
conventos, órdenes religiosas y
hospitales.
La necesidad de acceder al pueblo
hizo que el culto interno saliera a la
calle, convirtiéndose en público, siendo
entonces cuando las Cofradías se
organizan en torno a la devoción a su
Cristo, Virgen o Santo Titular.
Era la Sevilla amurallada, con sus 14
puertas de acceso y 4 postigos que
recibía las dos orillas del
Guadalquivir, por un lado desde el
floreciente Arenal, por el otro, el
arrabal de Triana, entre ambas orillas,
daban vida a unos 60.000 habitantes que
se postraban ante sus Devotas
Advocaciones, en la mayoría de los casos
para paliar el hambre y las enfermedades
que azotaban aquella época.
Tanto impulso tuvo que el rey Enrique
IV de Castilla (1473) restringió el
número de Cofradías, prohibiendo
aquellas que no fueran por causas pías o
con real licencia. Posteriormente Carlos
I en 1534 y 1552 siguió la misma
política de restricciones, con lo cual
es patente y evidente la proliferación
de las mismas.
Igualmente, en esta época hay que
indicar la multitud de tipos de
Cofradías, según sus fines, como era el
caso de las piadosas, las de apoyo
económico, de caridad, sociales, de
penitencia, por la paz, para defensa de
la fe, las gremiales o profesionales,
etc… Dentro de las mismas cofradías, las
hay que se conforman al ser sus miembros
de un mismo grupo social, de un mismo
oficio, clericales, mixtas (clérigos y
laicos) y ordenes militares, entre
otros.
El siglo XVI supone un auge en la
renovación de las mismas, sobre todo
ante la necesidad de defenderse ante el
protestantismo, ante la negación de la
santidad de María o ante los herejes.
Por este siglo más de 100 hospitales con
sus respectivas capillas o iglesias se
componían en el paisaje urbanístico
hispalense y se revitaliza el barrio de
Triana, coincidiendo con el auge de la
ciudad debido al comercio con las
Indias.
En el siglo XVII toma impulso la
devoción a Jesús Nazareno (anteriormente
era a Jesús Crucificado) e igualmente la
devoción a María. Triana ya se ha
convertido en un punto crucial para el
comercio, al amparo del Castillo de San
Jorge, donde desde la época de los Reyes
Católicos se había convertido en santo y
seña de la Inquisición.
El siglo XVIII supuso un retroceso en
cuanto a las Cofradías. De esta época,
casi coincidiendo con los principios de
la centuria, surge el abolengo para
formar parte de las hermandades y
cofradías y también la persecución de la
raza gitana, que a mediados de siglo, de
la mano de Zenón de Somodevilla, marqués
de la Ensenada, ministro de los reyes
Felipe V y Fernando VI, alcanza su punto
álgido que fue continuado por conde de
Aranda y el de Campomantes, ministros
del ilustrado y modernizador Carlos III.
El siglo XIX tiene en su primera
década, un factor importantísimo a la
hora de evaluar el deterioro del
panorama religioso. Con la Invasión
Francesa, gran parte del patrimonio es
confiscado y numerosos templos y
hermandades pierden sus enseres y
pertenencias. Posteriormente, sería la
Desamortización de Mendizábal la
causante de la desaparición de numerosos
templos y con ello, igualmente, la
pérdida de bienes de numerosas
hermandades, dándose la extinción de
varias. Estos males duraron hasta la
restauración borbónica con Alfonso XII
en 1874, ya en la segunda mitad del
siglo XIX.
En el primer tercio del siglo XX, la
Iglesia intentó mediar con la República
para evitar lo que fue inevitable: la
Guerra Civil. Tras ella, El
nacionalcatolicismo se convirtió en un
revulsivo para revitalizar la
religiosidad popular, tan dañada en los
años previos a la contienda con la quema
de templos y destrucción de imágenes
religiosas, que se extendió hasta los
primeros años de la Contienda y que ha
permanecido con la llegada de nuestra
joven Constitución.
La actualidad, ya metidos en el
Tercer Milenio, ha continuado el impulso
de las Hermandades y Cofradías, aunque
con menos énfasis en el termino
“religiosidad” y acusando más tendencia
lo “popular”, adaptándose la Iglesia a
los tiempos que corren y donde las
Hermandades se han regularizado dentro
del Código Canónico como “asociaciones
públicas”, creándose desde el propio
Arzobispado de Sevilla, durante el curso
2000/2001, el Instituto Permanente de
Formación para Jóvenes de Hermandades y
Cofradías, que comenzó con bastante
aceptación su programación en el 2001/02
y ya con internet como gran fuente de
conocimiento y evangelización.
El auge de Internet a un nivel
popular, ha hecho que los primeros años
del siglo XXI, hayan dado nuevos frutos
a nuestras hermandades, donde la
actualidad cofradiera ha tomado gran
preponderancia, siendo ya habitual el
visitar la casa hermandad virtual de las
numerosas corporaciones que ya se han
desarrollado en la cultura de la red de
redes.
Bibliografía:
Romero Mensaque, Carlos José.
Domínguez León, José. Breve Historia de
la Semana Santa de Sevilla. 2003.
Editorial Sarriá. Santiago,
Francisco. Boletín Semana Santa 2003 de
Arte Sacro. |