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Iglesia de San Jorge.-

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a Hermandad de la Caridad tenias sus reuniones de en una pequeña capilla llamada de San Jorge, adosada a las antiguas atarazanas. Antiguamente se le conocía como la capilla del ahorcado ya que la hermandad de la caridad en sus orígenes se encargaba de pasar la noche con la familia del ahorcado y después se encargaba de darle cristiana sepultura. En 1645 se comienza la construcción de la nueva iglesia con planos del arquitecto Pedro Sánchez Falconete.

Para la terminación de esta nueva capilla será fundamental la aportación de Miguel de Mañara, tras su ingreso en la Hermandad en 1662. Mañara se vuelca en el embellecimiento y enriquecimiento de la Iglesia del Hospital de la Caridad, para lo que contó la mejor aportación de artistas del momento; Bartolomé Esteban Murillo, Valdés Leal, Bernardo Simón y Pedro Roldán, que supieron plasmar en sus obras el ideario y espíritu que Mañara quería para la institución de la Caridad.

Exterior

La fachada de la Iglesia se levanta en tres cuerpos de altura y presenta un esquema mas bien simple. En los cuerpos superiores figuran recuadros de azulejos que representan a San Jorge, Santiago, La Fe, La Esperanza y la Caridad.

Interior

El interior del templo tiene una sencilla disposición arquitectónica pues presenta una sola nave, cubierta con bóveda de cañón y una pequeña cúpula en el espacio anterior al presbiterio. El conjunto artístico que reviste la Iglesia fue programado por D. Miguel de Mañara, con la intención de formar un mensaje, que viniese a proclamar que sólo a través de la práctica de la caridad el cristiano podía conseguir la salvación eterna.

El discurso que Miguel de Mañara desarrolló en el templo comienza con la contemplación de las dos pinturas que se disponen en los muros laterales bajo el coro de la Iglesia; allí se encuentran dos obras maestras realizadas por Valdés Leal entre 1671 y 1672. Estas pinturas contienen una profunda meditación sobre la muerte y los acontecimientos espirituales que la suceden: Juicio, Infierno y Gloria. En el muro izquierdo está situada la primera pintura, cuyo titulo responde a la inscripción que figura en el lienzo: in ictu oculi, cuya traducción es “en un abrir y cerrar de ojos”, lo que indica que la muerte le llega al hombre en un instante. En la pintura aparece un esqueleto que apaga la luz de una vela, que simboliza la vida que se extingue. A sus pies figuran diferentes objetos como una tiara papal, una cruz procesional, coronas reales, un cetro, y diversos libros y pergaminos que alegorizan la riqueza, la gloria, el poder y la sabiduría. El mensaje que se pretende transmitir es que la muerte triunfa sobre la vida, la gloria y los placeres terrenales, indicando la condición pasajera de los mismos.

La otra pintura, situada en el muro de la derecha, se denomina finis gloria mundi “el fin de la gloria del mundo”, como señala un rotulo que podemos leer en la parte inferior del lienzo. El fin de la gloria del mundo se ejemplifica en el interior de una cripta funeraria, donde aparece el cadáver de un obispo en su ataúd, éste esta descompuesto y corroido por repugnantes insectos; junto a el aparece un caballero de la orden de Calatrava, y al fondo, el de un rey, rodeado de numerosas calaveras. En la parte superior de la composición aparece la mano de Cristo, que sostiene una balanza con dos platillos sobre los que figura escrita la frase ni mas (en una platillo y ni menos (en el otro). En el primer platillo figuran símbolos de los siete pecados capitales, y en el otro símbolos de oración, penitencia y caridad. El mensaje sería que será la conducta del hombre la que con sus obras desnivele la balanza hacia el lado del bien o del mal, conduciendo en este caso su alma a la condenación de su salvación.

En resumen se puede decir que estas pinturas de Valdés Leal aluden a la brevedad de la vida, a la igualdad de todos los hombres ante la muerte, y a la alternativa de conseguir la salvación o la condenación, según la práctica del bien y del mal.

Estas pinturas de Valdés Leal tendrían que dar paso a un conjunto de cuatro lienzos de Murillo, y digo tendrían porque todos fueron robados por el mariscal Soult en el año 1810, y se encuentran actualmente en diversos museos extranjeros. Éstas han sido sustituidas por cuatro paisajes con escenas bíblicas atribuidas a Miguel Luna, lo que rompe totalmente con el sentido iconográfico que tuvo la Iglesia. Las de Murillo contenían alegorías de las obras de misericordia.

El ciclo de las obras de misericordia se continua en la Iglesia con otras pinturas de Murillo, situadas en lo alto del muro del antepresbiterio. En un cuadro se representa la escena de Moisés haciendo brotar el agua de la Roca, composición que alegoriza la obra de dar de beber al sediento. La pintura describe el momento en que Moisés hizo brotar el agua de la roca para aplacar la sed del pueblo de Israel. Es muy curioso como Murillo nos presenta a los numerosos personajes que protagonizan la escena en un claro contraste físico y anímico, pues por un lado podemos ver expresiones de ansiedad en aquellos que beben, y por otro expresiones de alegría en los que ya han saciado su sed.

La otra pintura presenta la escena de La multiplicación de los panes y los peces, en la que se alegoriza la obra de la misericordia, de dar de comer al hambriento. En el lienzo aparece Cristo en primer término repartiendo los alimentos que había multiplicado milagrosamente, mientras que en segundo plano se extiende una profunda lejanía, en la que la muchedumbre espera la comida que habrá de aplacar su hambre. La otra obra de misericordia es la de Enterrar a los muertos, que aparece plasmada en el retablo mayor, cuya arquitectura fue ejecutada por Bernardo Simón de Pineda.

El Retablo Mayor

La realización de este majestuoso retablo mayor corrió a cargo de Pedro Roldán, quién lo ejecutó de 1670 a 1674. Está presidido por un relieve que representa El entierro de Cristo, que muestra una perfecta armonía entre los gestos y las posturas de todos los personajes. El conjunto está compuesto por 9 figuras, talladas al natural, dispuestas en torno del Señor. Al fondo, completa el conjunto, un bajorrelieve coloreado que deja ver en perspectiva el monte Calvario con las tres cruces y un paisaje sombrío. Es realmente impresionante como las figuras parecen querer salir de sus formas compactas, en un movimiento que sale y se repliega sobre sí con claras intenciones de dramatismo. La teatralidad es patente y parece como si hubiésemos pausado una película; es realmente impresionante (no por fotos sino en directo; cambia mucho).

Los personajes secundarios (a los que Roldán trata con el mismo detalle que al Cristo o a la Virgen) lucen vestiduras del XVII; sus cabezas están trabajadas con masas espesas de cabellos y los rostros presentan una delicada expresión de respeto y tristeza, así como de impotencia. Se trata de representar la congoja del impresionante momento que tuvo que ser el entierro de Cristo. Se trata en fin de un conjunto austero y fúnebre que se adapta perefectamente al retablo barroco que lo cobija, retablo que en su día doró y policromo el mismo Valdés Leal. Tenemos ante nosotros sin duda alguna la obra que por si sola podría inmortalizar a un escultor tan prolífico como fue Pedro Roldán. (..exposición n Sala Chicarreros desde ayer hasta el 7 de Nov).

Vamos a continuar nuestro particular paseo por la Caridad comenzando a los pies de la epístola para una vez llegado al altar mayor, volver en sentido inverso por el evangelio. En el muro de la derecha se dispone en primer lugar un cuadro de Murillo que representa a Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos.

Nos encontramos ante una hermosa composición, se trata de una pintura en la que la belleza y serenidad de las figuras femeninas contrasta armoniosamente con la expresividad popular de los enfermos. Por poco que nos fijemos nos daremos cuenta que seguimos percibiendo el mismo sentido iconográfico que originalmente quiso plasmar Mañara: el significado de esta pintura alude a otra de las funciones que deberían de realizar los hermanos de la Caridad, y que es la de atender y curar a los enfermos. Es una obra, que ya por sus grandes dimensiones a trae desde un primer momento la atención del visitante.

Sigue a esta obra de Murillo el Retablo del Santo Cristo de la Caridad, cuya estructura arquitectónica es obra de Bernardo Simón de Pineda. El retablo lo preside una interesantísima talla de Pedro Roldán con la advocación del Santo Cristo de la Caridad. El Cristo aparece arrodillado orando momentos antes de ser clavado en la cruz. Parece ser que al ser preguntado Mañara por la elección dicho modelo iconográfico, respondió que “antes de entrar Cristo Nuestro Señor en la Pasión, hizo oración, y a mi se me vino al pensamiento que sería esta la forma en que estaba, y así lo mandé hacer porque así lo discurrí. Esta reflexión encaja en el mensaje ascético de Mañara para quien la oración junto con la práctica de l a oración eran los medios para alcanzar la salvación.

Roldán dota al cuerpo de un magnífico estudio anatómico al tiempo que une el patetismo granadino del rostro al sereno pathos hispalense. Me ha llamado mucho la atención la expresividad del rostro; con la nariz recta, los pómulos sobresalientes y cabellos tallados con mechones lisos y compactos cayendo sobre sus hombros. Si bien el paño de pureza no se mueve como los del Cachorro de Ruiz Gijón, muchas personas creen ver el rostro del crucificado trianero en este de la Caridad. También cuentan que a Miguel de Mañara se le apareció este Cristo (tal y como está tallado) en uno de los pasillo de la segunda planta del Hospital. Justo después de este retablo nos encontramos con un relieve del Ecce Homo, realizado en barro cocido por los artífices granadinos conocidos por los hermanos García.

El Retablo de San José fue realizado por Bernardo Simón de Pineda, mientras que la talla del titular que se alberga en la hornacina central, es obra de Cristóbal Ramos, realizada en 1782. Se trata de una obra realizada dentro de la estética academicista, por lo que está ejecutada con una gran corrección formal. Si nos fijamos un poco nos daremos cuenta que la manera de tallar el cabello es muy similar al de las obras de Pedro Roldán. Es decir Cristóbal Ramos no deja de lado el estilo barroco en el que se formó, de ahí que en esta obra encontramos el Barroco pasado por el filtro, (por decirlo de alguna manera) de la idealización y del frío academicismo imperante en la época que le tocó vivir.

Es muy curioso (esto rompe con lo visto hasta ahora) como el Niño se mueve graciosamente tratando de cambiar su postura recostada por la sedente. El Niño mira fijamente al espectador, mientras que San José (como casi siempre) posa su vista en un punto lejano, ajeno a todo lo terreno. No menos interesante es la pintura del ático, obra de Murillo, que representa a San Juan Bautista Niño. Justo enfrente de este retablo se alza otro barroco que cobija la imagen de L Virgen de la Caridad, que según parece ser presidía el altar mayor de la antigua capilla de San Jorge.

Decoración de bóvedas y cúpula

La visita de la Iglesia se completa con la contemplación del magnífico conjunto de yeserías que adornan las bóvedas, y las pinturas al fresco que decoran las paredes del espacio anterior al presbiterio, obras de Valdés Leal; en la cúpula aparecen 8 ángeles que sostienen atributos de la pasión de Cristo, y en las pechinas los cuatro evangelistas. En lo alto de los muros laterales están representados 4 Santos, los que se distinguieron por su dedicación a las obras de caridad: San Martín, Santo Tomás de Villanueva, San Julián y San Juan Limosnero. Una vez mas se refuerza aún mas el sentido de la exaltación de la Caridad, ya que estos 4 Santos se distinguieron por su misericordia para con los pobres.

Justo antes de salir de la Iglesia tenemos que fijar nuestra atención forzosamente en el gran lienzo situado en lo alto del coro, que representa La exaltación de la Santa Cruz, lienzo pintado por Valdés Leal. Sin duda alguna nos encontramos ante uno de los mensajes simbólicos mas claro de toda la Iglesia, ya que en esta pintura se representa el episodio que narra el momento en el que el emperador Heraclio, después de haber rescatado la cruz de Cristo, se dispone a entrar con ella en Jerusalén. Fue entonces cuando en aquel instante comenzaron a desprenderse las piedras de las murallas de la ciudad, impidiendo el paso al emperador, al tiempo en el que se aparecía un ángel, el cual le comunicó a Heraclio que Cristo había entrado en Jerusalén en medio de un humilde cortejo sin pompa alguna, y que por lo tanto, el no entraría en la ciudad revestido de su atavío imperial. El emperador, comprendiendo el mensaje divino, se despojó de sus lujosas vestiduras, y sólo así pudo entrar en Jerusalén. Una vez mas el significado de esta pintura se adecua al simbolismo general que impera en el conjunto decorativo de la Iglesia, ya que viene a indicar que ningún rico que no haya practicado la caridad, podrá entrar en el Reino de los Cielos.

El patio principal del hospital

En el patio principal está situada la sala baja de cabildos que actualmente se destina a museo. En una vitrina se conserva la mascarilla mortuoria de D. Miguel de Mañara, junto con diversos objetos que le pertenecieron en vida. Las paredes se revisten de un interesante conjunto de pinturas, destacando el retrato de Miguel de Mañara, realizado por Valdés Leal, así como un pequeño lienzo de un crucificado, obra de Zurbarán. Un gran cuadro de Mañara sentado junto a una mesa, obra de Valdés Leal preside la habitación: y es muy curioso porque todos los elementos del cuadro se repiten en la decoración de la sala. La mesa es la misma, hay dos boteras, un atril, así como un niño que se encuentra en una esquina , que se lleva el dedo índice a la boca en señal de silencio.

También tiene su simbología, y es que todo lo que se hable en el cabildo queda de puertas adentro, es decir no se puede hablar de lo dicho en cabildo fuera de esa sala. También hay dos cuadros que narran episodios de la vida de Mañara, como el que representa a Miguel de Mañara ayudando a un pobre, y otro La muerte de D. Miguel de Mañara.

Al salir de la Iglesia nos espera el último de los mensajes simbólicos que Mañara nos transmite. Este se encuentra sobre su propio epitafio, que dice así; Bajo esta lápida está la sepultura donde reposa Miguel de Mañara...para que todos los pisaran por considerar a su cuerpo indigno de estar dentro de la Iglesia.

Misas

*Todos los domingos a las 12´30 de la mañana.
*Resto son misas privadas para los hermanos de la Cruz blanca y los ancianos del asilo.
*Todos los días 9 de cada mes se celebra una misa en la cripta de Mañara, justo enfrente de su lápida, ya que Mañara murió un 9 de Mayo.

Anécdotas, Curiosidades, Leyendas

Me ha llamado mucho la atención las lápidas que se encuentran en el suelo de la Iglesia, pues todas ellas están decoradas con una calavera con dos huesos detrás, lo que le da un aspecto bastante tétrico al templo. Tampoco nos podemos olvidar que nada mas salir por la puerta principal, que da a la calle Temprado, nos aguarda toda una solería compuesta por numerosas lápidas que agolpan la una al lado de la otra. O sea, que es imposible salir de la Caridad sin pisar alguna....los supersticiosos lo tienen difícil.

En uno de los patios internos del Hospital hay un monumento, que es una columna con busto de Miguel de Mañara. Alrededor hay 8 macetas con 8 rosales, que según cuenta la tradición so los rosales que trajo Mañara de su antigua casa situada en Santa María la Blanca y los plantó aquí cuando se traslado a la Caridad. Según cuentan las raíces de los rosales son las originales. Justo enfrente de este monumento hay una lápida que narra un intento de asesinato confabulado contra Mañara. Parece ser que al final hay una confusión y muere otra persona. Cuando Mañara llega al lugar citado se encontró con la mortuoria que estaba sacando el cuerpo envuelto en una sábana. Preguntó de quién se trataba y le respondieron que el muerto era Don Miguel de Mañara.......a partir de entonces comienza Mañara a pensar que hay algo sobrenatural en todo esto.....

Justo encima de esta lápida se alza una casa de dos plantas en la cual vivió Miguel de Mañara desde que se trasladó a la Caridad. Eligió ese lugar y esa altura porque quería ver la Giralda, y según me contaron balcón tenía unas vistas extraordinarias.

Texto: José Alfonso Muriel - Fotos: Francisco Santiago©

Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©