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El Poder de la Imagen.-Víctor García Rayo

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Judea, bajo dominio romano, eran una provincia turbulenta a la que se destinaba a gobernadores de baja credibilidad o categoría, podíamos decir. En el reinado del emperador Tiberio, durante la prefectura de Poncio Pilato, quizá hacia la Pascua del año 30 de nuestra Era, un hombre llamado Jesús fue ejecutado por el cruel método de la crucifixión. Tenía probablemente 33 años, lo que significaba que había nacido al final del reinado de Herodes el Grande, el rey marioneta colocado por los romanos para gobernar a los Judíos.

El hecho de que Jesús fuese ejecutado por orden del prefecto, indica que éste le atribuía una potencial amenaza política. Sin embargo, de los escritos se extrae que las personas más allegadas a Jesús veían en Él una figura exclusivamente religiosa.

Su muerte en la cruz tuvo pues más que ver con la incompatibilidad de su presencia entre los dirigentes religiosos de su propio pueblo, que con diferencias políticas con los romanos. Jesús había llegado a Judea procedente del Norte Rural de Nazaret, Galilea.

Ofreció su mensaje, indignó al clero saduceo y a algunos fariseos, si bien otros se unieron a Él. Jesús lo pagó caro. O no. Porque vino a la tierra a cumplir una misión que finalmente cumplió. Y éste es el Dios protagonista de nuestra fe.

En el arte cristiano el retrato de Cristo intenta transmitir a los creyentes lo que Él significa en cuanto Redentor. Los antiguos sarcófagos lo representaban como un maestro, sentado, rodeado siempre de discípulos, de acuerdo con el modelo de los retratos de filósofos.

En el arte del Oriente Griego aparece normalmente representado como el Pantocrátor, el todopoderoso que lo sostiene todo en la mano.

Y así, los retratos e imágenes de Dios han ido adquiriendo esta o aquella intención del artista. Sin duda será el barroco la etapa que consolide la imagen actual que veneramos de Cristo y de su Madre en esta tierra.

Un padre de la mano de su pequeño hijo, representan la continuidad. Las imágenes van a tener poder, quedando claro que

a) Las imágenes de nuestra Semana Santa parecen estar vivas, tener vida propia.

b) Esa característica les humaniza y les acerca al pueblo.

c) A través por tanto de la imagen, el hombre se acerca a Dios y a la Virgen, su Madre.

Observen cómo son las miradas del pueblo a nuestras imágenes, a nuestros titulares. Ahí se ve, se comprueba el poder de la imagen, el poder en este caso de las tallas a las que vamos a hablar, a pedir, aun cuando en el sagrario se encuentre Dios Sacramentado.

Hay otro poder en las imágenes, los cristos protagonizan pasajes. Ese otro poder del que les hablo está en las imágenes de la Virgen María, otro poder que tiene la imagen si nos detenemos en el verdadero sentido de las mismas. O sea, que las imágenes de las vírgenes nos pueden evocar cosas a partir de su advocación. Y repasemos brevemente el Miércoles Santo.

Santa María de Consolación, en las letanías del rosario se acude a la Virgen como consuelo de los afligidos. Cuenta además la tradición cristiana que Jesús con la Cruz al hombro se encontró a su madre camino del calvario. La mirada de su madre fue el único consuelo que tuvo el reo hasta llegar a la Cruz. Consuelo además necesitó María y consuelo requiere el que sufre.

Observen ahora la advocación del Refugio, “refugio de los pecadores”. Si San Pablo planteó la vida cristiana como un combate en el que optamos por Jesucristo, unas veces ganamos y otras –el pecado- perdemos. Pues el refugio del cristiano es la madre del Señor.

O Nuestra Señora de la Palma, una palma que evoca dos ideas, de un lado el Martirio y de otro, el Triunfo. La Virgen experimenta como nadie el martirio en su corazón, de ahí que ella tiene la palma del martirio, Ella es la reina de los mártires. De otro lado, cuando Jesús entra en Jerusalén los niños hebreos le aclaman con palmas y ramos de olivo. De este modo la Palma es la señal de la Victoria del que ha conseguido vencer. O sea, el triunfo.

O la advocación de María Santísima del Buen Fin, que me remite inmediatamente a aquel patronazgo de San José en la Iglesia, esposo de María. Efectivamente, San José es patrono de la Buena Muerte, o sea, del Buen Fin.

O el título de Piedad, que evoca contemplación, dolor orante, profundo y sereno. Observen cómo de impresionante es observar este pasaje en imágenes. ¿Han pensado alguna vez cómo sería la imagen real, aquella madre con su hijo destrozado entre sus brazos?. Piedad es sinónimo de misericordia.


O Caridad, que es una virtud teologal. Caridad significa que se tiene a Dios por principio, como medio y como fin. Hablamos entonces de un amor sobrenatural.

O el título de Madre de Dios de la Palma, observen porque con las palabras Madre de Dios estamos señalando concretamente Maternidad divina de la Virgen María, es decir, la que tiene la palma del martirio, que es Reina de Mártires, la que tiene también la palma del triunfo pues el triunfo de su Hijo sobre la muerte y el mal, es su triunfo, ella es la Theotokos, La Madre de Dios, la maternidad divina definida en el dogma de la fe en el Concilio de Efeso contra Nestorio que lo negaba. Curioso, en vuestro título también están las negaciones de San Pedro. O sea, vuestra Virgen es de verdad Madre de Dios d ela Palma, se lleva la Palma y supera las negaciones.

En cuanto a María Santísima de los Remedios se me ocurre que estamos ante la dispensadora universal. Los cristianos buscamos a la Virgen y ella dispensa, ella tiene los remedios.

Y en cuanto al título de la cabeza, no he encontrado un significado concreto de la advocación, pero sí hay una honda significación teológica desarrollada por San Pablo: Jesucristo es la cabeza de la nueva Humanidad, la humanidad redimida. La Iglesia es el cuerpo espiritual del Señor y Él es la cabeza.

Por eso dice San Pablo que todos los bautizados son miembros de Cristo. La Cabeza es además lo primero que sale del útero materno, el principio de la nueva vida. Apuntar también que en la teología de los Santos Padres se habla de Cristo nuevo Adán y María nueva Eva. La Virgen pues como cabeza de la humanidad.

Y en cuanto a María Santísima de Regla, tampoco encuentro un significado concreto de la advocación pero me evoca sinónimo de guía y de medida. Su antónimo sería por tanto desorden. Como María es la guía de la salvación y nos muestra el camino hacia la misma, nos invita siempre a Dios, nos conduce a él. Esa es la Regla. En cuanto al término medida, los cristianos estamos llamados a tener en las manos las riendas de nuestra propia vida, de ahí que encontremos en María la Regla a seguir.

Por tanto, la Imagen tiene poder en su aspecto físico y en su significado. Y un argumento final. Numerosas imágenes de nuestra Semana Santa llevan demostrado su poder, si se me permite decir así, durante muchos siglos. Somos entonces cientos de miles de seres humanos los que nos hemos acercado a ese poder. Queda pues claro que más allá de la fuerza iconográfica, nuestras imágenes esconden el poder del amor. Ir a La Imagen del Poder.

Ponencia: El Poder de la Imagen©. Autor: Víctor García Rayo
Acto: Convivencia de Hermandades del Miércoles Santo (10 febrero 2004). Parroquia de San Pedro
Fotos: Francisco Santiago©

Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©