Judea, bajo dominio
romano, eran una provincia turbulenta a
la que se destinaba a gobernadores de
baja credibilidad o categoría, podíamos
decir. En el reinado del emperador
Tiberio, durante la prefectura de Poncio
Pilato, quizá hacia la Pascua del año 30
de nuestra Era, un hombre llamado Jesús
fue ejecutado por el cruel método de la
crucifixión. Tenía probablemente 33
años, lo que significaba que había
nacido al final del reinado de Herodes
el Grande, el rey marioneta colocado por
los romanos para gobernar a los Judíos.
El hecho de que Jesús fuese ejecutado
por orden del prefecto, indica que éste
le atribuía una potencial amenaza
política. Sin embargo, de los escritos
se extrae que las personas más allegadas
a Jesús veían en Él una figura
exclusivamente religiosa.
Su muerte en la cruz tuvo pues más que
ver con la incompatibilidad de su
presencia entre los dirigentes
religiosos de su propio pueblo, que con
diferencias políticas con los romanos.
Jesús había llegado a Judea procedente
del Norte Rural de Nazaret, Galilea.
Ofreció su mensaje, indignó al clero
saduceo y a algunos fariseos, si bien
otros se unieron a Él. Jesús lo pagó
caro. O no. Porque vino a la tierra a
cumplir una misión que finalmente
cumplió. Y éste es el Dios protagonista
de nuestra fe.
En el arte cristiano el retrato de
Cristo intenta transmitir a los
creyentes lo que Él significa en cuanto
Redentor. Los antiguos sarcófagos lo
representaban como un maestro, sentado,
rodeado siempre de discípulos, de
acuerdo con el modelo de los retratos de
filósofos.
En el arte del Oriente Griego aparece
normalmente representado como el
Pantocrátor, el todopoderoso que lo
sostiene todo en la mano.
Y así, los retratos e imágenes de Dios
han ido adquiriendo esta o aquella
intención del artista. Sin duda será el
barroco la etapa que consolide la imagen
actual que veneramos de Cristo y de su
Madre en esta tierra.
Un padre de la mano de su pequeño hijo,
representan la continuidad. Las imágenes
van a tener poder, quedando claro que
a) Las imágenes de nuestra Semana Santa
parecen estar vivas, tener vida propia.
b) Esa característica les humaniza y les
acerca al pueblo.
c) A través por tanto de la imagen, el
hombre se acerca a Dios y a la Virgen,
su Madre.
Observen cómo son las miradas del pueblo
a nuestras imágenes, a nuestros
titulares. Ahí se ve, se comprueba el
poder de la imagen, el poder en este
caso de las tallas a las que vamos a
hablar, a pedir, aun cuando en el
sagrario se encuentre Dios Sacramentado.
Hay otro poder en las imágenes, los
cristos protagonizan pasajes. Ese otro
poder del que les hablo está en las
imágenes de la Virgen María, otro poder
que tiene la imagen si nos detenemos en
el verdadero sentido de las mismas. O
sea, que las imágenes de las vírgenes
nos pueden evocar cosas a partir de su
advocación. Y repasemos brevemente el
Miércoles Santo.
Santa María de Consolación, en las
letanías del rosario se acude a la
Virgen como consuelo de los afligidos.
Cuenta además la tradición cristiana que
Jesús con la Cruz al hombro se encontró
a su madre camino del calvario. La
mirada de su madre fue el único consuelo
que tuvo el reo hasta llegar a la Cruz.
Consuelo además necesitó María y
consuelo requiere el que sufre.
Observen ahora la advocación del
Refugio, “refugio de los pecadores”. Si
San Pablo planteó la vida cristiana como
un combate en el que optamos por
Jesucristo, unas veces ganamos y otras
–el pecado- perdemos. Pues el refugio
del cristiano es la madre del Señor.
O Nuestra Señora de la Palma, una palma
que evoca dos ideas, de un lado el
Martirio y de otro, el Triunfo. La
Virgen experimenta como nadie el
martirio en su corazón, de ahí que ella
tiene la palma del martirio, Ella es la
reina de los mártires. De otro lado,
cuando Jesús entra en Jerusalén los
niños hebreos le aclaman con palmas y
ramos de olivo. De este modo la Palma es
la señal de la Victoria del que ha
conseguido vencer. O sea, el triunfo.
O la advocación de María Santísima del
Buen Fin, que me remite inmediatamente a
aquel patronazgo de San José en la
Iglesia, esposo de María. Efectivamente,
San José es patrono de la Buena Muerte,
o sea, del Buen Fin.
O el título de Piedad, que evoca
contemplación, dolor orante, profundo y
sereno. Observen cómo de impresionante
es observar este pasaje en imágenes.
¿Han pensado alguna vez cómo sería la
imagen real, aquella madre con su hijo
destrozado entre sus brazos?. Piedad es
sinónimo de misericordia.
O Caridad, que es una virtud teologal.
Caridad significa que se tiene a Dios
por principio, como medio y como fin.
Hablamos entonces de un amor
sobrenatural.
O el título de Madre de Dios de la
Palma, observen porque con las palabras
Madre de Dios estamos señalando
concretamente Maternidad divina de la
Virgen María, es decir, la que tiene la
palma del martirio, que es Reina de
Mártires, la que tiene también la palma
del triunfo pues el triunfo de su Hijo
sobre la muerte y el mal, es su triunfo,
ella es la Theotokos, La Madre de Dios,
la maternidad divina definida en el
dogma de la fe en el Concilio de Efeso
contra Nestorio que lo negaba. Curioso,
en vuestro título también están las
negaciones de San Pedro. O sea, vuestra
Virgen es de verdad Madre de Dios d ela
Palma, se lleva la Palma y supera las
negaciones.
En cuanto a María Santísima de los
Remedios se me ocurre que estamos ante
la dispensadora universal. Los
cristianos buscamos a la Virgen y ella
dispensa, ella tiene los remedios.
Y en cuanto al título de la cabeza, no
he encontrado un significado concreto de
la advocación, pero sí hay una honda
significación teológica desarrollada por
San Pablo: Jesucristo es la cabeza de la
nueva Humanidad, la humanidad redimida.
La Iglesia es el cuerpo espiritual del
Señor y Él es la cabeza.
Por eso dice San Pablo que todos los
bautizados son miembros de Cristo. La
Cabeza es además lo primero que sale del
útero materno, el principio de la nueva
vida. Apuntar también que en la teología
de los Santos Padres se habla de Cristo
nuevo Adán y María nueva Eva. La Virgen
pues como cabeza de la humanidad.
Y en cuanto a María Santísima de Regla,
tampoco encuentro un significado
concreto de la advocación pero me evoca
sinónimo de guía y de medida. Su
antónimo sería por tanto desorden. Como
María es la guía de la salvación y nos
muestra el camino hacia la misma, nos
invita siempre a Dios, nos conduce a él.
Esa es la Regla. En cuanto al término
medida, los cristianos estamos llamados
a tener en las manos las riendas de
nuestra propia vida, de ahí que
encontremos en María la Regla a seguir.
Por tanto, la Imagen tiene poder en su
aspecto físico y en su significado. Y un
argumento final. Numerosas imágenes de
nuestra Semana Santa llevan demostrado
su poder, si se me permite decir así,
durante muchos siglos. Somos entonces
cientos de miles de seres humanos los
que nos hemos acercado a ese poder.
Queda pues claro que más allá de la
fuerza iconográfica, nuestras imágenes
esconden el poder del amor.
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