El tipo de Hermandad
Sacramental es el más impulsado por arte
de dos Concilios, el Letranense IV y el
de Trento, uno por el desarrollo de la
fiesta del Corpus y otro por el ímpetu
reformista que le es propio, en torno a
los dogmas eucarísticos.
Los Obispos, los
gremios o los cabildos y el campesinado
o la burguesía, la nobleza y la milicia,
compiten en el gran acontecimiento
secular de las fiestas eucarísticas; las
custodias, los sagrarios y toda la plata
menor: incensarios, varas, candeleros o
expositores y templetes. Todo lo
relacionado con el Jueves Santo, el
Corpus Christi o la conmemoración de
milagros eucarísticos, suele ser, con
mucho, lo mejor del ajuar de cada
Iglesia y cofradía, durante muchos
siglos.
En España, inventada
por doña Teresa Enríquez, tía de nuestro
Obispo San Juan de Ribera, llamada por
el Papa Julio II "La loca del
Sacramento", creará a través de
centurias la Adoración Nocturna, cuyo
despliegue encarna la devoción
eucarística hispana, absorbiendo en
muchos lugares a las hermandades
Sacramentales.
El tipo de cofradías
caritativas es promovido desde los
sínodos diocesanos y los mejores
Obispos, con anterioridad y
posterioridad a Trento, siendo numerosos
los hospitales regentados por cofradías
hasta las desamortizaciones del siglo
XIX, no así en Portugal, donde las casas
de Misericordia continúan regidas, en
parte, por sus seculares cofradías, tal
es el caso de Olivenza, desde su raíz
Lusa.
Los fines de estas
hermandades, o son genéricos, para toda
obra caritativa en general o se
especifican en los enfermos, los
incurables, los huérfanos o los ya
difuntos, para enterramientos y
sufragios. No han faltado las
hermandades para dotar jóvenes y las de
redención de cautivos.
Hoy, muchas de estas
hermandades han derivado hacia lo
puramente devocional y vecinal,
aglutinando más los sentimientos
piadosos del contorno que las profundas
actitudes cristianas. La pérdida del
carácter solidario ha sido la peor de la
historia cofrade, en un reduccionismo
vanalizador de la vitalidad cristiana de
las hermandades, cuya fraternidad devota
es insuficiente como justificación de su
pertenencia a la Iglesia, si no se
traduce en siembra profunda de vida
interior y lucha eficaz por la justicia
terrena, como anticipo y signo del don
de la Misericordia Divina.
Fotos: Francisco
Santiago |