 a
Iglesia de Santa Catalina de Alejandría,
es de estilo mudéjar de mediados del
siglo XIV. Consta de tres naves con
cubierta de armadura mudéjar, la
cabecera se cubre con bóveda de crucería
con nervaduras de ladrillo.
La portada gótica, a
los pies de la nave principal, es
también del siglo XIV pero procede de la
iglesia de Santa Lucía; entre ella y la
iglesia se encuentra el pórtico con
arcos de herradura apuntalado en el muro
lateral izquierdo y en el acceso a la
nave mayor, enmarcado por un alfiz.
Esta
iglesia es un interesante modelo de
arquitectura mudéjar del siglo XIV.
Aunque ha sido muy reformada
posteriormente pueden contemplarse aún
magníficos detalles de arte mudéjar en
un ábside lateral y en la torre. La
portada gótica que presenta la iglesia
es también, del siglo XIV, pero es ajena
a la misma, ya que procede de la iglesia
de Santa Lucía, de donde fue desmontada
para colocarse aquí en 1930.
El interior presenta
tres naves que se cubren con artesonado
mudéjar, excepto el presbiterio que lo
hace con bóveda de crucería. El retablo
mayor fue realizado por Diego López
Bueno, de 1624 a 1629.
La primera capilla
que se abre en la nave principal alberga
un retablo barroco de mediados del siglo
XVII. En la misma nave y junto a la
cabecera del templo se levanta la
capilla Sacramental, cuyo recinto es uno
de los más hermosos testimonios del
barroco sevillano.

Su
arquitecto fue Leonardo de Figueroa,
quien trabajó en su construcción en
torno a 1721, diseñándolo con planta
rectangular. El interior, de pequeñas
proporciones, se adorna con profusión de
yeserías y pinturas, y se cubre con una
linterna octogonal. Al exterior esta
linterna se levanta de forma airosa
recubierto con cerámica vidriada
policroma; la pequeña escultura de la Fe
que remata esta linterna es obra de
Miguel Quintero, quien la realizó en
1724.
En la nave derecha y
a altura del presbiterio aparece una
capilla, cuya entrada se cierra por una
buena reja del siglo XVI. En el interior
figura un retablo del siglo XVII con
pinturas de la misma época, que
representan la Asunción de la Virgen, en
el centro, y San Pío V, San Gregorio,
Santa Catalina y Santa María Magdalena,
en los laterales.
La capilla de la Hermandad de la
Exaltación está cubierta por una bóveda
de paños sobre trompas, de estilo
mudéjar, y va decorada por un zócalo de
azulejos de mediados del siglo XVIII. La
imagen del Stmo. Cristo es obra de Pedro
Roldán, siendo posterior la de la Virgen
de las Lágrimas. Las cuatro esculturas
de ángeles pasionarios del paso de la
Exaltación, así como las figuras de los
dos ladrones que aparecen en el mismo
fueron realizadas por La Roldana entre
1683 y 1684. A Pedro Roldán corresponden
los relieves que adornan el mencionado
paso. A los pies de la nave se sitúa el
retablo de Santa Lucía, compuesta con
elementos del primer tercio del siglo
XVII. A la misma fecha corresponden los
lienzos que alberga, siendo posterior la
imagen de la titular, que presenta una
policromía del siglo XVIII.

Muy
abundante y con piezas documentadas es
la orfebrería de la iglesia, destacando
como pieza principal un sagrario de
plata decorado con temas de rocalla, que
se enriquecen con incrustaciones de
piedras. Desde el siglo XVI, son muchos
los historiadores y estudiosos que se
refieren a la iglesia de Santa Catalina
dejando constancia de hechos
relacionados, unos con su historia
material y otros con aspectos
anecdóticos sobre la vida cotidiana en
las inmediaciones del templo.
Ambos tipos de
noticias quedan recogidos en los
escritos de Morgado, quien por igual
alude a los restos árabes del templo,
que a la vida de una Beata que vivía en
un emparedamiento, junto a los muros de
la iglesia'. De cualquier forma, ya sean
las noticias de una naturaleza o de
otra, siempre ha sido un punto de
referencia obligada en todos los textos
su torre campanario.
Tanto por su
decoración como por su estructura, se ha
venido identificando con los alminares
existentes en las mezquitas sevillanas.
Incluso José Gestoso, a fines del siglo
XIX, iba mucho más allá, al afirmar que
la capilla de la Exaltación, adosada al
muro oeste de la torre, tuvo que formar
parte del antiguo mihrab de la mezquita.
Aunque no faltaba
algo de razón a estos historiadores, en
torno al origen islámico del templo, los
estudios actuales permiten delimitar con
exactitud como único resto de la
primitiva mezquita a la obra de sillares
que corresponde a la parte baja del
campanario.
A
pesar de que la mayor parte del antiguo
alminar se encuentra soterrada, al
haberse elevado el nivel del suelo, se
aprecia su forma exterior cuadrada,
mientras en el interior se desarrolla
una escalera de caracol alrededor de un
machón cilíndrico. Tanto por la
singularidad de esta estructura como por
la utilización de sillares dispuestos
alternativamente a soga y tizón, pero
sin guardar regularidad, podría datarse
su construcción entre los siglos IX y X.
Las mismas
características presentan los restos del
alminar de la mezquita sevillana de lbn
'Adabbas, actual campanario de la
iglesia del Salvador, edificado por el
qadí Omar lbn 'Adabbas, del que toma su
nombre, hacia los años 829-830.
Igualmente, en la ciudad de Córdoba y
siguiendo la misma disposición, se
conservan los alminares de las actuales
iglesias de San Juan de los Caballeros y
de Santiago, que, junto al existente en
la antigua mezquita de Almonaster la
Real, en Huelva, serían prácticamente
coetáneos al de Santa Catalina.
Para el resto del
templo, dichas hipótesis sobre el origen
islámico eran erróneas. No obstante, hay
que señalar la existencia de una
mezquita en esta zona, sobre la que más
tarde se edificaría la iglesia de Santa
Catalina. Dicha mezquita, situada en el
barrio que posteriormente sería conocido
como el Adarejo, se encontraba en las
cercanías de la puerta norte de la
primera cerca árabe de la ciudad.
Restos
de esta muralla, construida a mediados
del siglo IX, fueron al parecer
localizados en 1721 al excavarse los
cimientos de la capilla sacramental. Al
ampliarse el recinto murario de la
ciudad, la parroquia quedaría en las
proximidades de la Puerta Osario,
denominación que recuerda el cementerio
de moriscos existente en sus cercanías,
pues, tras la reconquista, la zona
comprendida entre las parroquias de
Santa Catalina y San Pedro sirvió de
morería. El barrio fue siempre bastante
populoso y de tránsito continuo, no sólo
por la cercanía de las puertas de la
ciudad, sino por encontrarse en los
alrededores del templo la alhóndiga del
trigo, así como un mercado y numerosos
mesones. Además, la iglesia se encuentra
al final de una larga calzada que,
iniciada en la Puerta de la Macarena, ha
servido tradicionalmente de escenario
para las entradas de los monarcas en la
ciudad, denominándose, por tal hecho,
Camino Real.
La primitiva
mezquita, al ser conquistada la ciudad
por San Fernando, se convirtió en templo
cristiano, tal y como sucedió con otras
mezquitas sevillanas y en otras
poblaciones arrebatadas al poder
musulmán. Dicho edificio, bajo la
advocación de Santa Catalina, aparece en
los primeros repartimientos de la
ciudad, siendo, por tanto, una de las
primeras parroquias que fundara el
entonces Arzobispo don Remondo de
Losada. Dicha construcción estaría en
uso, al menos, hasta 1356, fecha del
terremoto que, entre las lamentables
consecuencias que tuvo para la ciudad y
su reino, derribó el yamur o remate de
bolas musulmán de la torre, usada como
campanario de la catedral hispalense.
Como consecuencia del seísmo, la mayor
parte de las antiguas mezquitas,
convertidas en templos cristianos,
tuvieron que ser reedificadas o
sufrieron profundas reformas. Sería,
pues, en esos momentos de la segunda
mitad del siglo XIV cuando se levantase
el nuevo templo de Santa Catalina.
Al
igual que otras parroquias mudéjares de
la ciudad, como Santa Marina, Omnium
Sanctorum, San Esteban, San Marcos o San
Vicente, sigue la tipología denominada
por Angulo de iglesia parroquias
sevillana. El templo, cuyo modelo surge
como transformación de las iglesias
góticas construidas en los primeros años
de la reconquista, se compone de tres
naves, separadas por arcos apuntados
sobre pilares rectangulares, siendo la
central más ancha y alta que las
laterales. Sus cubiertas son estructuras
de madera, en forma de armadura de par y
nudillos, la central, y en colgadizo,
las laterales. La cabecera está formada
por una capilla poligonal con bóvedas
nervadas, dispuestas en dos tramos, uno
rectangular y otro poligonal. Al templo
se accedía por tres puertas. La de los
pies, fabricada en ladrillo y con arcos
polilobulados entrelazados y enmarcados
por un alfiz, difiere de la tipología
habitual utilizada en los templos
mudéjares de Sevilla, encontrándose más
cercana a la tradición almohade.
No muy diferente a la
anterior debió ser la portada abierta en
el muro del evangelio, al menos eso se
deduce de los elementos visibles en
torno al amplio hueco adintelado hoy
existente.
En
cambio, la situada en la nave de la
epístola, al dar acceso a un pequeño
atrio, debió ofrecer siempre un
tratamiento más simple. Actualmente está
formada por un sencillo arco apuntado,
realizado en ladrillo. Prácticamente a
la vez que el templo se debió levantar
la torre campanario que aprovechó como
base los restos del alminar de época del
emirato. En la fábrica mudéjar, para
cubrir la escalera de acceso al cuerpo
de campanas, fueron utilizadas bóvedas
esquifadas rectangulares, ochavadas y de
aristas, compuestas las últimas por dos
cañones apuntados.
Exteriormente la
torre presenta una interesante
decoración, compuesto por paños de sebka
y arcos ciegos polilobulados inscritos
en alfiz, ornamentación muy mermada
durante la restauración efectuada en
Marzo de 1.881. Relacionada con la
decoración de arcos polilubulados de la
torre se encuentra la ornamentación del
"redondillo", estancia irregular en
forma de ábside semicircular y situada a
los pies de la nave del Evangelio.
Algunos años más tarde, hacia 1.400, en
la nave de la Epístola y adosada a la
torre, se construyó la actual capilla de
la Hermandad de la Exaltación.
Ésta, siguiendo el
modelo de las qubbas musulmanas, se
resuelve como un espacio cuadrado,
independiente del resto de la Iglesia,
cubriéndose con una bóveda sobre
trompas, ricamente decorada con labores
de lacería. A la estructura mudéjar del
templo de Santa Catalina se fueron
adosando una serie de volúmenes
correspondientes a otras capillas,
mientras interiormente la fábrica de la
iglesia se enriquecía con retablos y
pinturas. Así, a finales del siglo XVI,
en el colateral de la Epístola del
presbiterio, la familia Carranza fundó
la capilla que le servía de
enterramiento. Cerrada mediante una reja
fechada en 1.603, conserva un retablo de
pintura presidido por la Asunción de la
Virgen, mientras en los laterales
aparecen San Pío V, San Gregorio, Santa
Catalina y Santa María Magdalena, obra
del siglo XVII, al igual que los
azulejos que decoran sus paredes.
También
al seiscientos corresponde la capilla
del Rosario, situada en la nave del
evangelio, que ofrece un interesante
techo plano con yeserías de cartones
recortados y zócalo de azulejos.
La capilla, que sería
ocupada en 1741 por la
Hermandad de
Ntra. Sra. del
Rosario, tras su separación de la
Hermandad Sacramental, está presidida
por un retablo del primer tercio del XVII, aunque reformado en el siglo
posterior, con la imagen escultórica de
la titular. Al último cuarto del
seiscientos y relacionable con las obras
de Fernando de Barahona, corresponde el
retablo de Santa Ana con la Virgen,
situado en la nave de la epístola, cuyas
imágenes pertenecen al XVIII.
Al siglo XVII
pertenece el retablo de
Santa Lucía,
cuya imagen presenta policromía del
setecientos. La escultura procede de la
antigua iglesia del mismo título,
cerrada en 1868 por la Junta
Revolucionaria.
Durante
el setecientos se ubicó en el hastial de
la nave de la epístola el retablo de
Ntra. Sra. del
Carmen, denominado así tras la
colocación, en su única hornacina, de la
imagen que le da título, obra de José
Gutiérrez Cano realizada en 1867.
En
el mismo siglo XVIII, se realizaron dos
obras que cambiaron la fisonomía del
templo, cuales fueron la remodelación de
la capilla mayor y la edificación, en la
cabecera de la nave del evangelio, de la
capilla sacramental, estudiada en otro
capítulo de esta obra.
Ambas fueron
costeadas por la Hermandad del Santísimo
Sacramento y Ánimas del Purgatorio,
sirviendo la primera "para en las
funziones que se ofrezen, colocar con
toda dezencia el Santísimo Sacramento".
Iniciada en 1701, no será terminada
hasta dos años más tarde, remodelándose
el presbiterio por razones litúrgicas, a
la vez que se construyó un camarín
adornado con yeserías.
El
encargado de realizar las trazas y
dirigir las obras fue el maestro mayor
de la catedral, José Tirado. Con motivo
de tales obras se alteró el retablo
mayor, realizado entre 1624 y 1629 por
Diego López Bueno, donde, en lienzos, se
narra la vida y martirio de Santa
Catalina. Dicho retablo se completa con
las esculturas de San Pedro, San Pablo,
San Juan Evangelista y San Sebastián.
Tanto las yeserías del camarín como las
piezas incorporadas al retablo, así como
los nervios de la bóveda del presbiterio
y el nuevo monumento fueron dorados y
estofados por José López Chico. Las
obras se dieron por terminadas al
colocar la nueva escultura de Santa
Catalina en el retablo.
También durante el seiscientos, la
capilla mudéjar, al ser cedida a la
Hermandad de la Exaltación, se adornó
con un zócalo de azulejos, de motivos de
puntas de diamantes. En este recinto
quedó expuesta al culto la imagen del
Crucificado de dicho título, obra de
Pedro Roldán.
A su hija María
Luisa, "La Roldana", se deben las
esculturas de los dos ladrones que
forman parte del paso de misterio,
reformado, ya en el siglo XX, por Emilio
Pizarro de la Cruz, Ricardo Comas
Fagundo y Juan Abascal. También
pertenecen a La Roldana los cuatro
ángeles pasionarios situados en el altar
de la capilla y que ocupan los ángulos
del paso procesional de la cofradía.

Junto
a las obras de estas capillas, la
documentación escrita y gráfica
existente aporta una serie de noticias
de otras intervenciones, hoy
desaparecidas, que modificaban
radicalmente la fisonomía del templo. Al
contrario de lo que se pudiera pensar,
la iglesia de Santa Catalina no se
encontraba aislada, sino embutida en una
serie de edificaciones que prácticamente
la rodeaban.
Así, la única fachada
completamente visible del templo era la
correspondiente al muro del evangelio,
que se abría hacia la plaza de Santa
Catalina, actualmente, de los Terceros.
Además, sobre la capilla del Rosario, se
alzaba una construcción, usada como sala
capitular, a la que se accedía por una
escalerilla, ubicada en el interior del
redondillo. Por otra parte, en el muro
del presbiterio, por su parte exterior,
se situaba la capilla de Nuestra Señora
de las Ánimas, un retablo callejero cuya
noticia más antigua data de 1598.
No obstante lo expuesto, la principal
diferencia entre el aspecto actual de la
iglesia y el que ofrecía hace algunos
años se debe a las edificaciones que se
adosaban al templo por su flanco sur. Se
trataba de una serie de dependencias de
la parroquia y de varias viviendas que
tenían acceso por una calle que,
iniciada en la plaza de la Paja, se
prolongaba hasta su unión con la calle
Santiago, tal y como se recoge en los
planos de la ciudad de fines del XVIII y
principios del XIX. Otras edificaciones
se apoyaban en la iglesia, ocultando
incluso parte de la fachada principal.
Delante de ésta, adosado a la fachada
mudéjar, existía un pórtico rectangular,
parecido al que cobijaba, en la iglesia
de San Pedro, la portada de la epístola.
En algún momento del siglo XVII, tuvo
que ser cerrado, colocándose en el mismo
un arco de medio punto decorado "con
molduras sencillas... que componen dos
medias pilastras con un arquitrabe y un
frontón cargado de tres estípites
sencillísimos, ornamentación que no es
completa, porque la casa que en el atrio
insiste (sic) la corta en parte".

Las
reformas urbanas efectuadas en el sector
y las obras de restauración del templo,
realizadas a fines del siglo XIX y
principios del XX, harán que la iglesia
de Santa Catalina pierda todas las
edificaciones que la rodeaban. La
primera restauración de la que se tiene
constancia es la realizada en la torre,
a iniciativa del párroco, durante el año
1881. El resultado de dicha intervención
se desprende de las palabras de José
Gestoso: "los que tuvimos la suerte de
haber conocido este monumento antes de
estas obras y después el pesar de
contemplarlo despojado de ciertos
ornatos, tan bellos como característicos
de la arquitectura almohade, no podemos
menos que lamentar una y cien veces la
pérdida de aquellos que tan notablemente
lo avaloraban á los ojos de arqueólogos
y artistas".
Dicha restauración
viene a coincidir con un período de
especial valoración del arte mudéjar en
todo el país, que en Sevilla se vio
acentuado no sólo por el importante
conjunto de edificaciones de dicha
estética existente, sino por la
presencia de los Duques de Montpensier
residiendo en el Alcázar, lo que obligó
a intervenir en el propio palacio. Esta
actuación propició el que se restauraran
otros edificios mudéjares, conforme a
las recomendaciones de la Comisión
Provincial de Monumentos, con José
Gestoso en la presidencia. Es el momento
en que se restauran las iglesias de San
Marcos, San Andrés o San Lorenzo, entre
otras.
Las
obras de remodelación urbana emprendidas
por el Ayuntamiento a principios de la
centuria van a ser las promotoras de
que, el 5 de septiembre de 1912, Santa
Catalina sea declarada Monumento
Nacional, salvándose de la piqueta
demoledora que, en 1868, había derribado
la iglesia de San Miguel. A pesar de
ello, la sombra del derribo permanecerá
en la década de los veinte, debido,
entre otras circunstancias, a la
especulación del suelo y al mal estado
del edificio. Prueba evidente de cuáles
eran las verdaderas intenciones de los
capitulares fue la reiterada desatención
a las solicitudes de la Comisión
Provincial de Monumentos, cuando se
detectaron grietas en algunos arcos de
la nave central. Actual portada
occidental, procedente de la iglesia de
Santa Lucía.
Los reparos necesarios, "colocación de
dos tornapuntas y el encimbrado de unos
de los arcos de la nave con reparación
de la cubierta de la misma nave y
parcheos interiores de los muros"
corrieron a cargo del arzobispado de
Sevilla. Años más tarde, en 1.919, el
arquitecto sevillano Francisco Javier
Luque sería el encargado de realizar las
obras de restauración del templo.
Durante el
reconocimiento previo realizado por
Luque a la Iglesia, se descubrieron
parte de los arquillos ciegos del
"redondillo", así como otros vestigios
de la arquitectura sarracena y mudéjar
de singular interés", en el imafronte de
la fachada, en el cuerpo inferior de la
torre, en la capilla de la Exaltación y
en el muro de la epístola. El proyecto
de restauración se articulaba en dos
fases, realizándose en la primera las
obras urgentes de consolidación y,
posteriormente, las propias entendidas
como de restauración.
Entre las primeras se
encontaban el saneamiento del
"redondillo", eliminando la arqueta de
agua que estaba adosada a su muro
exterior, la escalera de su interior,
así como la sala capitular, que habían
ocasionado el hundimiento de parte de la
cimentación y el desplome de la pared.
También se encontraban dentro de las
obras de emergencia, la demolición del
pórtico, así como la del imafronte del
templo, que había cedido por el empuje
de las arcadas y los movimientos del
terreno. Entre las obras de
restauración, además de sacar a la luz
los restos más antiguos del edificio, se
encontraban aquéllas encaminadas a
devolver a la torre su apariencia
original, perdida en la restauración de
1.881. Declarada Bien de Interés
Cultural (BIC) en 1912.

A
pesar de que la Comisión Central de
Monumentos de Madrid dio el visto bueno
al proyecto, no se realizó por completo,
ya que el pórtico siguió en pie al menos
hasta 1.930. En 1.926, cuando Juan de
Talavera redacta su proyecto de
restauración de la Iglesia, aún
permanecían algunas casas adosadas a la
nave de la epístola del templo. Éste era
partidario del derribo del pórtico,
aunque habría que esperar hasta que se
derribaran todas las casas adosadas al
edificio, para observar los movimientos
de la fábrica una vez libre de
edificaciones. Para contrarrestarlos y
conservar la fachada mudéjar del templo,
en contraposición a la propuesta de
Luque que incluía su derribo, se
reforzaría con la construcción de un
nártex delan- tero, lo que permitía
dejar visto el primitivo arco de ingreso
al templo, así como los arcos ciegos que
adornaban el imafronte.
En
el informe mandado a la Comisión Central
de Monumentos, además de especificar
tales obras, se solicitaba permiso para
colocar en el nuevo nártex la portada de
la antigua iglesia de Santa Lucía. Los
argumentos esgrimidos respondían a
razones de carácter estético y de
conservación. Aquellos incidían en el
carácter mudéjar de la iglesia de Santa
Catalina, por lo que no se desvirtuaría
al colocársela la portada de otro templo
de las mismas características. Además,
la nueva portada enriquecería aún más el
valor y la importancia de la parroquia,
en contraposición a la portada existente
cuya valoración "artística es nula".
El 2 de julio de 1926, la Comisión
resolvía favorablemente al proyecto,
aunque se tuvo que esperar cuatro años
más para ser realizado. La portada de
Santa Lucía quedó instalada en el nuevo
nártex de la iglesia de Santa Catalina
en 1930, como reza una placa colocada
con motivo de la terminación de las
obras. Las restauraciones efectuadas en
los últimos años no han hecho más que
solucionar problemas puntuales surgidos
en el edificio, como la restauración de
las cubiertas, realizada en la década de
los setenta por Rafael Manzano Martos. A
pesar de ello, el actual estado del
edificio necesita de un proyecto
integral de restauración, como el
concluido en la Capilla Sacramental en
1997.
Desde el año 2002 la
parroquia venía sufriendo desperfectos
ocasionados por las lluvias, que calaban
el templo, produciendo humedades
interiores y exteriores en el templo. En
el 2003 un estudio también descubrió la
existencia de termitas, problemas en las
instalaciones eléctricas, hundimiento
del suelo y la destrucción de la fachada
por la contaminación que produce el
tráfico. Todos estos factores han
ocasionado que en junio de 2004, las
hermandades que habitaban el templo
hayan tenido que abandonarlo, cerrándose
la iglesia al culto, desconociéndose
cuando se volverá a abrir. En ella residen las
Hermandades de La Exaltación, Carmen y
Rosario y Santa Lucía.
 
 

Siete años después de
su cierre, en la parroquia sólo se ha
realizado el arreglo de las cubiertas de
la techumbre para evitar las
filtraciones de agua, aunque su interior
sigue estando en continuo desgaste
debido al abandono y a los xilófagos que
actúan a sus anchas. Igualmente sólo una
plataforma ciudadana ha hecho
concentraciones y esfuerzos para que
este templo no muera en el olvido.
La Iglesia dice que
tiene su parte del dinero para la
restauración, pero falta el del
Ayuntamiento y el de la Junta de
Andalucía que, en plena crisis nacional,
no parecen tener claras las partidas
presupuestarias para arreglar este
monumento nacional. El último informe
habla de 2012 como posible fecha...
¡¡¡Dios proveerá!!!
Bibliografía:
www.laexaltacion.org
www.artesacro.org
Imágenes de 2011
 


Fotos: Francisco Santiago |