VE
MARIA REGINA MUNDI ET PORTA COELI
-Nuestra ciudad es un
compendio de cosas, una amalgama de
vivencias, un cúmulo de historia. Así lo
es hasta en su propio nombre. Ya lo dijo
el inefable Rodrigo Caro: “El nombre de
Sevilla no es uno sino muchos, como lo
suelen tener las cosas grandes”.
Por
eso, hay una Sevilla oculta, que germina
entre el mantillo y el barro del tiesto,
que cobra vida con el agua y que crece
aposentada en el pretil de una azotea, o
en el alféizar de un ventanal. Otra
Sevilla oculta, parida en forja de
hierro, creada para la coquetería y el
adorno, que engalana los cierros urbanos
y llega a su climax en la Cruz de la
Cerrajería, en la entrañas del barrio
moro.
Otra Sevilla oculta,
de tocas y rosarios a la cintura, de
alpargatas de esparto y de dulces de
batata, de bollos de Santa Inés y yemas
de San Leandro, de bordados en oro y de
clausura que oye su silencio entre
claustros y huertos.
Y hay otra Sevilla
oculta, que le pone apellidos a María,
que la llama “Vecina”, “Reina”, “Madre”,
“Capitana”, “Estrella”,…. Que la llama
por el nombre de su barrio, por el de su
iglesia…, hasta por apelativos cariñosos
como el de “Guapa”, “Niña” o “Chiquitita”.
Así, la Virgen del
Carmen es en Sevilla, de Santa Catalina,
de Triana, de San Gil, del Santo Ángel,
de Calatrava, del Puente, de San
Lorenzo, del Buen Suceso, de San Leandro
y de tantos apellidos como la devoción
mande.
-¡Ay Sevilla!,
Cuántas veces tamizada por el velo de la
historia… y cuántas veces cantata en
versos de limpia calma a la Madre del
Carmelo, Señora de pura nácar como niña
Inmaculada, bandera de azul y plata.
Carmen te llama
Sevilla y por Carmen te proclaman en
azulejos, en talla, en barro o en rica
plata, en oro, en escapularios y en
rosarios de plegarias que día a día
desgranan los devotos de Tu estampa.
Carmen en las
arboledas que allá en la Cruz del Rodeo,
entre leyendas añejas, se derraman a Tus
plantas en la Devoción de un pueblo
asomado a las ventanas del tiempo y de
la historia, que para el caso es lo
mismo, por que Dios te eligió a Ti para
Madre de su Hijo.
Carmen cruzando la
puente, centinela de su barrio, frontera
de mi Triana, lucero del marinero y del
puerto que la historia olvidó que un día
existió, el de los camaroneros. Mechero
de nuestra Fe, que despide a los
viajeros y abraza a los que regresan.
CARMEN:
Seis letras para quererte, Señora.
Seis motivos para orarte.
Seis diamantes engarzados que Tu corona
atesora.
Seis momentos de ilusión al contemplar
Tu semblante.
Seis gracias las concedidas por la que
fue concebida
sin pecado original.
Señora de tierra adentro y Soberana del
mar.
Carmen, Carmen, Carmen;
Timbre de gracia bendito, que en la
garganta del que lo pronuncia, suena a
repique de campanas de su torre
engalanada, en el orto de éste Julio,
antesala de la Gloria y puerta siempre
del Cielo.
Carmen te llama a Ti el Puente y
Carmen el Altozano,
que te nombra protectora de un barrio
aunque separado,
que de Sevilla es hermano.
Carmen te puso Santa Ana, la abuela
del Niño Dios,
y te parió capitana de Esperanza por
amor,
en un Templo colosal ,más que Iglesia
Catedral.
Devoción arrabalera de ese barrio
universal.
Carmen en el mismo arco, sin lágrimas
y sin llanto,
con un sueño de plumeros y de verdes
terciopelos
que en San Gil dicen que vive
y en primavera florece, cuando la luna
está alta
y entre los trigales crece, amor al
lirio silvestre
que parió el Rocío del Cielo,
marisma inmensa y celeste.
Carmen en el Santo Ángel, Ángel Santo
que anunció,
la concepción de su Hijo, Padre,
Espíritu y Amor.
Carmen en los Antoninos, entre silencios
de azahar
de ruán y rubio angeo, con claros de
mediodía,
entre rejas concebidas, como guardianes
siempre
de la pureza infinita de una Madre
penitente
y entre el celeste y la nácar de la
bandera presente.
Carmen en el Buen Suceso, ¡Qué Buen
Suceso Señor
el de concebir a Dios!,
Sagrario que fué María de Jesús el
Redentor.
Carmen en Omnium Sanctorum.
En un Bendito azulejo, la Virgen se nos
asoma,
entre cabezas de hombres que en el
purgatorio esperan
la mano Carmelitana que les rescate y
les guíe,
hasta la orilla de Dios, en el mar de
las Alturas.
Carmen en aquel Postigo,
que del carbón fue testigo, cuando
Sevilla era puerto
de renombre universal y veía surcar las
naves que mandaba Bonifaz.
Puerta de los Azacanes por donde el Rey
Axataf,
lloró al entregar las llaves de su
querida ciudad,
al Rey Santo que esperaba en medio del
Arenal.
Animas aquí en San Pedro,
toda la vida esperando en ese eterno
azulejo,
que la Madre del Carmelo les viniese a
visitar,
miren lo que es el destino, que desde su
templo vino
y al llegar hasta San Pedro,
las ánimas pecadoras del popular
azulejo,
arrepentidas lloraban de emoción por el
encuentro,
que la Señora del Carmen por fin ha
venido a verlos.
|