Cruces de Mayo, noches de fiesta
en los patios de los corrales engalanados de
sencilla arquitectura popular, aparentemente de
blancos y suntuosos encajes, de farolillos y
mantones de diversos colores, patios repletos de
vecinos, donde se reunían las mocitas y mocitos que
se pretendían, sintiéndose quebrados los corazones
en la primera presunción primaveral , y en donde
presentían que se aproximaba el acontecimiento de
una fecha señalada, en una fecha amorosa como es la
de la primavera, y que como culmen tenían, la cita
con la Cruz de Mayo.
Patios y corrales repletos de
ilusión, repletos de cantes que suenan en gargantas
incansables y de cuerpos ondulantes que complacen al
baile, conformando todo ello un festejo popular
bailando sevillanas al compás del manubrio del
pianillo, y ese hombre acariciando con sus manos las
cuerdas de una guitarra, y seguidamente la actuación
de la niña bonita de la casa de vecinos, de la
artista del barrio que canta, baila y zapatea en un
tablao que es su propia casa, donde ella en su
infancia jugaba y ante un publico, que son sus
propias gentes, que la anima, que la jalea y todo
ello envuelto por el humo que desprenden los peroles
que se encargan de freír el pescaito frito, o la
masa de harina en forma de buñuelos, dependiendo de
la hora que marque el reloj.
Y mientras tanto la Cruz, Cruz de
flores de papel de colores, o de flores naturales, o
de simple madera pintada, allí estará, encaramada en
lo mas alto del patio o del corralón, emplazada en
un improvisado altar, cubierta con las primorosas
colchas, encajes, y mantoncillos, complacidas con
las macetas de cerámicas pintadas que sostienen el
mantillo donde crecieron los geranios, las
clavellinas y las rosas que colorean aun mas el
incipiente momento y el escenario. Platos de bronce,
palmatorias que sostienen velas de colores, que
alumbraran el encuentro entre la cruz y el pueblo.
Y custodiada desde lo mas alto,
con farolillos y cadenetas, con hileras de blancas
bombillas que alumbraran el embrujo cuando se
acerque, mientras, el patio aguardara la noche,
esperando la luz luminosa del cielo azul, del
amanecer sobre Sevilla.
El portentoso símbolo, no por
estar rodeado de cante, de baile, de fiesta y vino
no habrá perdido la razón de su simbolismo. El
sentido místico estará presente en cada momento,
porque esta sin ser la fiesta del triunfo de la
cruz, es la fiesta cada año, de la cruz triunfadora.
La cruz es el símbolo inevitable
de nuestro pueblo. La Cruz de Mayo es la fiesta del
sentimiento colectivo en el mes de Maria, es querer
vencerle a la nostalgia y a la melancolía, es querer
vencerle a la historia, de que a principios del
siglo pasado aquellas antiguas cruces gozaban de un
sabor y un enigma que lo que solo tenemos hoy día
son reminiscencias del pasado.
Hemos cruzado los brazos y
Sevilla se nos va, se nos va no solo la Sevilla
histórica o la Sevilla tradicional. Cada ves mas,
hay dos Sevilla, la Sevilla del centro y la Sevilla
de los barrio de la periferia, la Sevilla de las
grandes avenidas, la de los grandes edificios de
altas torres de cementos, con sanjuanes inertes, con
ascensores mudos, la del portazo en tu cara y hasta
mañana.
En los años 60 fueron
desapareciendo estos lugares donde tantos y tantos
sevillanos vieron por vez primera el azul inmaculado
del cielo de Sevilla, corrales tan cantados y
recordados en coplas y sevillanas. Ya solo queda eso
la remembranza y la evocación de unos abuelos que al
pasear por el solar, ven como en la actualidad se
levanta en el, un gran bloque de pisos, o una
apática y fría oficina bancaria, mientras le dice al
nieto con toda su máxima nostalgia, mira aquí es
donde vivíamos la familia, aquí nació tu padre.
En aquellos años en los
corralones de vecinos, se vivía en familia, sin
serlo, se compartían las alegrías y las penas, ya
que las alegrías compartidas son mas extensas, y las
penas compartidas se consideran menos penas, y los
favores entre los vecinos, sea cual fuere se
sucedían a diario.
La fiesta principal de estos
patios de vecinos era sin duda las Cruces de Mayo,
no olvidándonos de las navidades cantando entre
todos los vecinos los populares villancicos por un
coro de campanilleros, engordando apresuradamente a
los pavos que el mismo patio seria testigo de su
matanza, al igual que en semana santa los patios del
centro histórico ó de los barrios clásicos como en
Triana, quien fue testigo en las mañanas del viernes
santo de la impronta de la penitencia de los
nazarenos verdes aterciopelados de la esperanza
marinera en su ya recogida a casa, tomándoles el
relevo los de túnicas negras y capas blancas, o los
de raso morado, que desde cualquier corralón de
Triana calle alfarería arriba, o calle castilla
abajo buscaban en el cachorro la expiración de
cristo y en la virgen de la o la dulzura de Maria.
Otra expresión de la Cruz de Mayo
en Sevilla, es la expresión de la Cruz de Mayo
cofrade, protagonizada por los niños sevillanos que
son también los protagonistas cada año al llegar
Mayo, y muchas veces motivados por su impaciencia a
mediados de abril, sacando a las calles sus pasos,
confeccionados con maderas viejas, con cajas de
cartón, con restos de telas simulando los faldones,
con velas de promesa y adornando a la cruz de
sudario blanco con flores, cortadas en un jardín
cercano, por el joven cofrade mas perspicaz del
grupo.
La infantil cofradía ya estará
procesionando por las calles del barrio, siguiendo
el modelo y las enseñanzas de sus mayores en una
procesión henchida de ilusión, llena de maderas
viejas, de puntillas, de papel de plata , de
purpurina, de pintura dorada y plateada, de viejas
mallas y rejas, simulando los respiraderos por donde
podremos apreciar los jóvenes rostros de los
ilusionados costaleros.
Niños que juegan con la pasión,
con la pasión de la Semana Santa, con la ilusión de
ser cofrades, con la ilusión de hacer lo que aun no
pueden desarrollar en su hermandad. Abrirá el
cortejo la Santa Cruz, Cruz de guía que portara,
quien sabe en el día de mañana si será fiscal de
ella en su hermandad.
El senatus o el spor, como ellos
le llaman, con letras doradas de papel, pegadas
sobre una cartulina negra y exornada a los lados con
los cordones que su abuela les proporciono
procedentes de unas viejas cortinas inutilizada, la
bandera realizada con las sabanas viejas de las
casas al igual que los costales, confeccionados con
restos de mantas antiguas.
Niños costaleros que a través de
los faldones acercaran sus caras sudorosas buscando
la brisa de la tarde, niños que aprenden a ser
costaleros, que aprenden a sentir y entender el
sufrimiento, a sentir el peso de las trabajaderas, y
que jugando aprenden a soñar con un día no muy
lejano mientras esperan agachados en el suelo,
imitando a los antiguos costaleros profesionales, la
llamada del capataz, capataz con corbata y chaqueta
con botones dorado que recuerda a primera Comunión.
El músico con el tambor de
detergente con fondo metálico para que las supuestas
baquetas resuenen a mas realidad, interpretando el
destemplado toque, sintiéndose músico de la sinfonía
de la pasión. Todos ellos en algún día no muy
lejano, el tiempo avanza de forma tan galopante, que
mucho de estos niños estarán en un próximo lunes
santo en el interior de esta capilla ataviados de
negras túnicas y espigados capirotes, y algunos
ceñidos con negras fajas y zapatillas de esparto,
portando en sus manos el bendito costal con el que
amortiguaran el peso de la Vera Cruz.
Ellos serán los relevos
generacionales, ellos que habrán aprendido a hacerse
su primer costal que habrán aprendido el esfuerzo
común, el andar y el revirar, y el sufrimiento en
cada chicota en la Cruz de Mayo. Actualmente en la
cuadrilla de hermanos costaleros del Cristo de la
Vera-Cruz se hallan miembros de la primera Cruz de
Mayo surgida en 1.973. Un año más tarde, y debido en
gran parte a la afición fomentada por algunos
miembros de esta hermandad, surge la cuadrilla de
hermanos costaleros, realizando en ese año de 1.974
la primera estación de penitencia a la Santa Iglesia
Catedral, portando al crucificado de la Vera-Cruz.
Uno de los capataces mas prolíficos que tuvo esta
Cruz de Mayo, fue el que hoy día, lo es del paso del
Santísimo Cristo. Julián, en sus comienzos también
fue costalero de esta Cruz de Mayo.
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Fotos:
Francisco Santiago© |