Hermandad de la
Vera Cruz, Sevilla, Viernes 24 de Mayo de 2002 Capilla
del Dulce Nombre de Jesús Pronunciado por Juan
Carlos Gallardo Ruiz.
Al Señor Sacramentado
le solicito su divina luz,
para poder pregonar en este Mayo
a la Santísima Cruz.
Señor hermano mayor, junta de
gobierno, hermanos y devotos de esta Muy Antigua,
Siempre Ilustre, Venerable y Pontificia, Real,
Fervorosa, Humilde y Seráfica Hermandad y
Archicofradía de Nazarenos, de la Santísima Vera
Cruz, Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y Tristezas
de Maria Santísima. Cofrades, sevillanos, señoras y
señores, amigos todos, buenas noches.
Cual alto honor es para mí, él
poder ofreceros mi sumisa palabra, mi prosa y mi
verso en mi entusiasmo, en mis sentimientos y en mis
pasiones que hacia la ciudad que me vio nacer tengo,
y en un acto que esta hermandad de la Vera-Cruz ha
querido recuperar en el tiempo, ya que, tras un
paréntesis de algunos años, retoma este pregón o
exaltación a la Santa Cruz, el cual, junto con otros
hechos, también felizmente recuperados, fueron
iniciados a principios de los años ochenta.
En los días anteriores a este
evento, y mientras escribía estos folios, que ahora
me dispongo a leer, muchas fueron las veces en las
que me pregunte a mí mismo, si iba a ser capaz de
transmitiros a todos ustedes, algo tan espiritual,
tan tradicional y tan sevillano, como es el
significado de la Santa Cruz, como son las
celebraciones de las Cruces de Mayo, y con el
handicap de que por mi edad no pude conocerlas en su
máximo esplendor, y ante ustedes, queridos y
admirados cofrades de la Santísima Vera-Cruz, no se
si sabré transmitiros mis sentimientos, ustedes que
tanto veneráis a la Cruz, que tanto conocéis del
Sagrado Madero, ustedes que tanto sentís por la
Santa Vera-Cruz, ustedes que promulgáis, en la Cruz
de Guía de vuestra Hermandad, insignia iniciadora de
vuestro solemne cortejo cada Lunes Santo, vuestro
lema, “toma tu cruz y sígueme”, ustedes que sois
ejemplo de la sencillez y la humildad junto a la
verdadera Cruz de Cristo.
Por ello es para mí, un acto de
altísima responsabilidad, a la vez que de una alta
distinción, poder lancear mi palabra en este Altar
mayor de esta recoleta capilla del Dulce Nombre de
Jesús, a los pies de Jesús de la Vera-Cruz, y
custodiado a mi derecha por las Tristezas de Maria
Santísima, en su más henchido dolor de madre,
tristezas por aquellos que se niegan día a día a
seguir la Cruz de Cristo.
Por todo ello, gracias, hermano mayor, por aceptar
mi nombre para pronunciar este acto, y gracias a
Julián Huertas, coordinador de la comisión
organizadora de los actos de esta Cruz de Mayo, por
ser él, quien me propuso a la mesa de esta Junta de
Gobierno, y gracias Julián, por esas inmerecidas y
exageradas palabras que has tenido en mi
presentación, fruto, mas del aprecio mutuo que nos
tenemos, que de mis propios meritos, meritos de los
únicos que me honro es en ser un aprendiz de
cofrade, en intentar ser un enfervorizado cristiano,
en piropear a mi ciudad y de ser mantenedor, de
halagar y salvaguardar a ultranza sus costumbres,
sus fiestas y sus tradiciones populares, y de llevar
el nombre de Sevilla a lo mas excelso.
Sevilla, nuestra ciudad, mi
ciudad la que me vio nacer, sus gentes que son mis
gentes, su cielo, que es mi cielo, su aroma, que es
mi fragancia, su color, que es mi tono, en su brisa
es donde me reanimo, su arte, de donde me contagio,
donde me embeleso, de donde aprendo, Sevilla..... es
la que hace que mi corazón rebose exultante de
sentimientos cada vez que me dispongo a celebrar a
vivir ó a conmemorar cualquier acontecimiento
autóctono nacido desde lo más profundo del alma de
la curtida e histórica Hispalis.
Con la primavera decayendo
lánguidamente, pero aun en su más alto esplendor, y
como un ejemplo mas del desbordamiento de nuestros
sentimientos, cada año, llega a nuestra ciudad la
fiesta de la amistad, la fiesta de la vecindad, la
fiesta de los barrios, la fiesta de la alegría a los
pies de la Santa Cruz.
Mayo en Sevilla es la imagen
perfecta del derroche del color, es el derroche de
la luz, es el derroche de la luminosidad, es, el
derroche de la fragancia que siempre nos acompaña,
es la conjunción y la armonía del olfato, la vista y
el tacto.
Calles que en Mayo se inundan de
flores, flores que engalanan y exornan las Cruces,
Cruces que adornan las plazas de nuestras calles y
los patios de nuestras casas, casas de vecinos de
antaño que se llenaban, y hoy día algunas siguen
llenándose de alegría, de cante, baile, nostalgias e
ilusión, ilusión de esos niños, jugando a ser
cofrades, soñando con ser costaleros, soñando con
ser músicos por los caminos de Dios, interpretando
sinfonías de Pasión, soñando con el “a esta es”, que
algún día pronunciarán en las calles de Sevilla,
como capataz de su Hermandad.
Desde el primer día, en que en un
balcón, en una ventana ó en una azotea, una rosa,
una clavellina ó un geranio explote en fragancias y
en colores por los aires de Sevilla, la ciudad
retomara el traje de fiesta, el de la primavera
estimulante y gentil, y modificara el escenario de
lo cotidiano.
Mayo irrumpe con elegancia en el
jardín de la ciudad en que se convierte Sevilla y en
donde se instalan las Cruces en sus plazuelas, en
sus patios y en sus corralones. Las macetas de sus
patios cargadas de flores, sus arriates frondosos
estallando en aromas y colores, la algarabía en las
gargantas de sus vecinos en sus cantes, y en las
manos, los pies y las caderas de las mujeres, como
resorte al baile, serán testigos de excepción en
este mayo triunfal.
Mayo, es desde tiempo inmemorial, el mes que la
Iglesia consagra a la Madre de Dios, y eligieron
este mes, porque Mayo, es el mes de la
transparencia, es el mes de la luminiscencia, es el
mes de la comunión primera, es el mes donde se
consolida la primavera, es un mes con una hora mas
de sol, en un mes donde todo lo que sentimos a
nuestro alrededor parece estar dispuesto a generar
vida, ya que Maria, ante todo simboliza la
gestación, la ilusión, la espera , y la maternidad.
Y mientras persista Mayo, en
Sevilla quedaran flores para engalanar los patios,
corrales y las plazas de nuestra ciudad. Flores
nacidas en los más recónditos rincones y arriates
que les servirán a sus hijos para realizar ofrendas
florales a la Cruz y a Maria.
Sevilla cada año, y en este
quinto mes, rememora una tradición de siempre que
afortunadamente vuelve a resurgir cada año con mas
fortaleza, esquivando la añoranza de antaño cada vez
más lejana. Las Cruces de Mayo, inundan de colorido
el ya colorista mes de Maria, con sus mantoncillos,
con sus cadenetas, con sus flores, con sus
sevillanas cantadas y bailadas en los rincones más
admirables de nuestros barrios.
La Cruz de Mayo, es la fiesta de
las calles, es un lugar de diversión, de reunión de
los vecinos que se congregan en torno a un barrio,
en torno a una hermandad ó a una asociación y montan
su Cruz con la única finalidad de convivir, de
disfrutar, de recrearse del entorno mientras dura la
fiesta, prevaleciendo la amistad, el afecto, el
encanto, la gracia y el embrujo.
Cruces de Mayo, veneración gozosa
de estos símbolos, símbolo divino para el cristiano,
como es la cruz. La Cruz no es sentida por el pueblo
sevillano como instrumento de tortura, ni como
símbolo de martirio que abruman al Salvador.
En
Sevilla la Cruz es el eje de la redención, es el
trono en el que Jesucristo se nos aparece
eternamente cada vez que lo contemplamos en el
reposo de su muerte, o en los estertores de su
expiración ó en su acongojada agonía.
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Fotos:
Francisco Santiago© |