La primera página del
siglo XIX se abrió en circunstancias
aciagas para la ciudad de la Giralda. En
1800, una espantosa epidemia de fiebre
amarilla se extendió por toda Sevilla,
cercenando un tercio de su población en
solo cuatro meses. Pocos años después,
una nueva amenaza, la de la Invasión
Francesa, se cernía sobre los
sevillanos. Estos se destacaron por sus
sentimientos antinapoleónicos,
multiplicándose por doquier las
conspiraciones y levantamientos
populares, aunque tampoco faltaron
actitudes colaboracionistas. El mariscal
Soult, de triste memoria, pero al que
hay que reconocerle su buen gusto,
expolió buena parte del patrimonio
pictórico de la ciudad, sintiendo
especial predilección por los lienzos de
Murillo. Uno de los principales héroes
de la Independencia española, el capitán
Luis Daoíz y Torres, nació en la
sevillana Plaza de la Gavidia; allí se
le erigió en 1889 una colosal estatua en
bronce debida al genio de Antonio
Susillo, el más renombrado de los
escultores decimonónicos hispalenses,
quien se suicidó de un disparo en la
cabeza, en 1896.
Uno de los eventos
más notables de la Sevilla fernandina
fue la fundación en 1815 de la Compañía
del Guadalquivir, loable intento por
llevar a buen puerto uno de los más
viejos deseos de la ciudad: hacer
navegable el río entre Sevilla y
Córdoba, amén de poblar las marismas y
otros plausibles propósitos mercantiles,
que a la postre resultaron un completo
fracaso. En la otra cara de la moneda,
es de justicia señalar la acertada
política urbanística emprendida durante
el mandato del Asistente José María
Arjona, a partir de 1825. Entre sus más
apreciables logros deben señalarse la
creación de los Paseos de Cristina y de
las Delicias, además de las reformas en
el empedrado de las calles y del
alumbrado público.
Recién proclamada
Isabel II como heredera legítima del
trono español en 1833, se creó la
provincia administrativa de Sevilla, con
los límites territoriales actuales. La
desamortización de Mendizábal en 1835 no
logró el fruto apetecido de convertir a
Sevilla en una metrópolis en la que
armonizaran el progreso y la tradición.
Más bien supuso el enriquecimiento
especulativo de unos pocos, además de
lamentables pérdidas artísticas, como la
desaparación del Convento Casa Grande de
San Francisco, en cuyo solar se alza hoy
la Plaza Nueva. Otros edificios
eclesiásticos vieron transformada su
función, como el Convento de la Merced,
convertido en Museo de Bellas Artes,
ostentando la categoría de ser la
segunda pinacoteca en importancia de
todo el territorio nacional.
Una de los más
ambiciosos proyectos de carácter
industrial que se materializaron en la
Sevilla del siglo XIX, fue la fundación
en 1841 por Carlos Pickman de la fábrica
de cerámica de "La Cartuja". Hasta 1982
permaneció en su enclave primitivo del
Monasterio cartujo de Santa María de las
Cuevas, que sirvió como Pabellón Real en
la Exposición Universal de 1992,
trasladándose entonces a un nuevo
emplazamiento situado en la carretera de
Santiponce.
Durante la etapa
isabelina se desató una pujante fiebre
constructora acometida por la clase
burguesa, llevándose a cabo importantes
obras de infraestructura. Ese impulso
renovador queda plasmado en el Puente de
Isabel II, más conocido como Puente de
Triana, espléndido botón de muestra de
la arquitectura del hierro en la ciudad
del Betis, erigido en 1845 por los
ingenieros franceses Fernando Bernadet y
Gustavo Steinacher. Una política de
ensanches se apodera de la urbe,
demoliéndose las puertas de la muralla,
a excepción del Arco de la Macarena. La
calle Sierpes sustituyó desde entonces a
la de Génova como principal centro de
actividad social y comercial.
La internacionalmente
famosa Feria sevillana de abril tuvo su
origen a mediados de esta centuria. Sus
principales promotores fueron el vasco
José María Ibarra y el catalán Narciso
Bonaplata, quienes propusieron su
celebración al Ayuntamiento en 1846. La
Feria nació como un mercado o rodeo
ganadero, celebrándose por primera vez
del 18 al 20 de abril de 1847 en el
Prado de San Sebastián. En la década de
los años sesenta se produjo la
transformación en Feria-fiesta, con la
incoporación de las casetas, el paseo de
caballos y la temporada taurina. En 1973
se consumó el traslado del Real de la
Feria a extensos terrenos del barrio de
Los Remedios, estrenándose también un
callejero que recoge imperecederos
nombres de la tauromaquia sevillana;
entre los mismos no podían faltar los de
Joselito el Gallo y Juan Belmonte,
rivales en el ruedo y caballeros fuera
del coso, ambos despertando pasiones
entre la afición más entendida del
mundo.
El Romanticismo
literario tiene en el sevillano Gustavo
Adolfo Bécquer uno de sus hijos más
preclaros. Muchos rincones de Sevilla
rezuman espíritu bequeriano: su casa
natal en la calle Conde de Barajas,
señalada por una sencilla lápida; la
glorieta a él dedicada en el Parque de
María Luisa, centrada por el delicado
monumento de sabor modernista, esculpido
por Lorenzo Collaut Valera en 1911; o el
órgano barroco de Maese Pedro,
protagonista de una de sus más célebres
Leyendas, cuyos acordes aún resuenan en
el coro del Convento de Santa Inés para
acompañar los cánticos de las monjas
clarisas.
Los largos años de
residencia de los duques de Montpensier
en el Palacio de San Telmo convirtieron
a Sevilla en una segunda Corte. Personas
muy queridas por los sevillanos, su
popularidad aumentó a raíz del
casamiento de su hija María de las
Mercedes con Alfonso XII en 1878, así
como por la donación que en 1893
hicieron al Ayuntamiento de gran parte
de los jardines palaciegos, configurando
el actual Parque de María Luisa, que así
se llamó en honor de la Duquesa.
A comienzos del siglo
XX regía los destinos de la
Archidiócesis sevillana la entrañable
figura del Cardenal Marcelo Spínola y
Maestre, fundador en 1899 del diario El
Correo de Andalucía. Fallecido en 1906,
el "Arzobispo Mendigo" gozó de la
amistad de Sor Angela de la Cruz
Guerrero, otro gran bastión de la
Iglesia contemporánea hispalense,
fundadora en 1874 de las Hermanas de la
Cruz, congregación muy querida por los
sevillanos. Ambos fueron beatificados
recientemente por el Papa Juan Pablo II.
El 14 de octubre de
1905 fueron aprobados los Estatutos del
Sevilla Fútbol Club, siendo su primer
Presidente José Luis Gallego. Por su
parte, el Real Betis Balompié nació el
28 de noviembre de 1914, como producto
de la fusión de otros dos equipos: el
Sevilla Balompié y el Betis Fútbol Club,
fundados respectivamente en 1907 y 1909;
Mr. Jones fue el primer Presidente
bético, quien obtuvo de Alfonso XIII el
título de Real para la citada entidad.
Una perpetua pero sana rivalidad en el
terreno deportivo polariza la ciudad
entre sevillistas y béticos, fieles
hinchas que acuden en masa cada fin de
semana a sus respectivos estadios Ramón
Sánchez Pizjuán y Benito Villamarín.
Durante las dos
primeras décadas del siglo XX se fue
gestando el proyecto de reformas urbanas
que culminó en la celebración de la
Exposición Iberoamericana de 1929.
Aunque no pueden soslayarse los aspectos
negativos que pudieron ensombrecer tal
evento, no es menos cierto que fue el
gran motor de la modernización de
Sevilla. Una de las obras públicas de
mayor empeño que se realizaron por
aquellos años fue la apertura, entre
1909 y 1926, del Canal de Alfonso XIII,
popularmente conocido como "La Corta de
Tablada", que tuvo como misión enderezar
el cauce del Guadalquivir, contribuyendo
a su mejor navegabilidad.
Los terrenos elegidos
para ubicar el Certamen Iberoamericano
fueron el Parque de María Luisa, el
Paseo de las Delicias y la Avenida de la
Palmera. El jardinero francés Forestier
y el arquitecto sevillano Aníbal
González colaboraron estrechamente para
lograr una perfecta armonía entre el
recinto ajardinado y los pabellones de
los países expositores. Si tuviéramos
que elegir el monumento más emblemático
de la Exposición Iberoamericana, nos
quedaríamos con la Plaza de España,
ejemplo máximo del por entonces tan en
boga estilo regionalista, cuya planta
semicircular acogió la solemne ceremonia
de apertura el 9 de mayo de 1929.
En cualquier caso,
tampoco debemos olvidarnos de otros
conjuntos monumentales erigidos con
motivo de la Exposición, y que desde
entonces se hallan plenamente
incardinados en la vida ciudadana, caso
de la Plaza de América, el Casino y
Teatro Lope de Vega, o el hotel Alfonso
XIII. Esta expansión urbanística llevó
incluso a la creación de nuevos barrios,
como los de Heliópolis o El Porvenir,
construidos con la finalidad de albergar
a los posibles visitantes. También fue
1929 el año en que se inauguró la
edición sevillana del diario ABC.
Tras proclamarse la
II República, Blas Infante, ideólogo del
andalucismo histórico, se hizo
especialmente presente en la escena
política sevillana. En 1932 pudo
contemplar el discreto clamor
regionalista suscitado en la capital
hispalense, a raíz de izarse por vez
primera la bandera blanca y verde de
Andalucía en los balcones de las
instituciones oficiales. El 7 de julio
de 1936, la primera página del periódico
sevillano El Liberal inmortalizó el
proyecto del Estatuto Andaluz de
Autonomía. Ilusiones frustradas con el
alzamiento militar y el inmediato
fusilamiento de Blas Infante el 10 de
agosto de dicho año en el kilómetro
cuatro de la carretera Sevilla-Carmona.
Su vida se quebró, pero su figura saltó
a la leyenda como defensor incansable de
la patria andaluza.
Son bien conocidos
los tensos momentos anticlericales que
se vivieron en mayo de 1931, abril de
1932 y julio de 1936, los cuales
desembocaron en la penosa quema de
iglesias y conventos, con la
consiguiente desaparición de piezas
artísticas de primerísima categoría. Es
el caso, por ejemplificar, de la talla
gótica de la Virgen de la Hiniesta,
patrona de la Corporación municipal,
cuya réplica se encargaría de ejecutar
el imaginero neobarroco Antonio Castillo
Lastrucci. Otro suceso que pasó a la
peculiar mitografía sevillana ocurrió el
Jueves Santo de 1932; la única Cofradía
que se atrevió a procesionar esa Semana
Santa fue la de la Estrella de Triana,
cuyo recorrido resultó bastante
accidentado. Algunos desalmados lanzaron
objetos contundentes contra el paso de
palio en su tránsito por las calles
Rioja y Sierpes; pero lo más grave
sucedió a su entrada en el templo
catedralicio, cuando la venerada imagen
mariana, atribuida a Martínez Montañés,
fue tiroteada por un tal Emiliano
González, sin que por fortuna fuera
alcanzada por los impactos. Desde
entonces, el entusiasmo popular puso a
la Virgen el sobrenombre de "La
Valiente".
El estallido de la
Guerra Civil, la mayor tragedia nacional
que ha vivido la España del siglo XX, se
estuvo fraguando en Sevilla desde
febrero de 1936, bajo la dirección del
general Gonzalo Queipo de LLano. Durante
la contienda, Sevilla se convirtió en
una ciudad de retaguardia, contribuyendo
al éxito del bando nacional mediante la
continuada aportación de hombres y
suministros. La Sevilla franquista
solucionó algunos de sus padecimientos
endémicos, como el problema de las
riadas o la miseria de muchas familias
hacinadas, pero a cambio de plantear
otros de compleja resolución, como el
elevado índice de analfabetismo o la
baja instrucción profesional.
La democracia llegó
en 1975 tras la muerte del dictador y el
advenimiento de la monarquía, encarnada
por Su Majestad D. Juan Carlos I. No
cabe duda de que la celebración en
Sevilla de la magna Exposición Universal
de 1992 ha constituido el hito más
significativo de su presente histórico.
Seis meses durante los que Sevilla se
convirtió en la capital del mundo, bajo
el signo de la conmemoración del V
Centenario del Descubrimiento de
América. La Isla de la Cartuja fue su
sede desde el 20 de abril hasta el 12 de
octubre de 1992, albergando en su
interior ochenta y seis pabellones,
algunos efímeros y otros permanentes,
espejos todos ellos de la más rigurosa
vanguardia arquitectónica, y cuyos
contenidos mostraron los avances de la
humanidad en los terrenos científico y
cultural durante los últimos quinientos
años.
Con este motivo, la
ciudad de Sevilla se ha visto favorecida
en los últimos años con iniciativas de
gran envergadura, propiciadas tanto por
las distintas administraciones públicas
como por el sector privado. Entre las
mismas, se cuentan las importantes
inversiones realizadas en materia de
infraestructuras de transporte y
comunicaciones; la rehabilitación del
casco histórico; el incremento de la
oferta hotelera; la edificación de
nuevos espacios culturales, deportivos y
comerciales; la recuperación del río y
de las instalaciones portuarias; la
articulación del entramado viario con la
puesta en marcha de las nuevas rondas y
avenidas, etc.
Pero, sin duda, uno
de los más importantes legados de la
EXPO'92 ha sido la reutilización de la
Isla de la Cartuja con la apertura del
Espacio Cultural Puerta de Triana y más
recientemente la de Isla Mágica, un
Parque Temático cuya línea argumental
está dedicada a los pioneros
exploradores del Nuevo Mundo que
partieron de nuestro Puerto de Indicas
allás por el siglo XVI.
La ciudad se encamina
hacia el siglo XXI con la esperanza de
ser algún día sede de unos Juegos
Olímpicos; proyecto que nada tiene de
utópico y que la está consolidando como
Ciudad del Deporte. Una buena prueba de
ello es la celebración del Campeonato
Europeo de Natación, el Mundial de
Gimnasia Rítmica y el Mundial de
Atletismo, en los años 1997, 1998 y 1999
respectivamente. Convertirse en Sede
Olímpica constituiría el próximo hito
cronológico que pasaría a engrosar el
apretado calendario mítico de Sevilla.
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Bibliografía:
- Roda, J.: "Sevilla, hitos y
mitos". Ayuntamiento de Sevilla.
Sevilla. 48 pp.
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