Con el traslado de la
Casa de la Contratación y del Consulado
Marítimo a Cádiz en el año 1717, Sevilla
perdió el monopolio del comercio
indiano, y con él, la prosperidad de
siglos pasados. Razones de carácter
político y otras que se centraban en la
dificultosa navegabilidad del río,
justificaron esta decisión en favor de
la "Tacita de Plata". A pesar de ello,
la alta nobleza sevillana no experimentó
apenas ninguna transformación social.
Los Borbones, tras su acceso al trono de
España tras la Guerra de Sucesión,
concedieron nuevos títulos, como los
condados de Casa Galindo o del Aguila,
cuyas mansiones señoriales aún se
yerguen en la Plaza del Museo y la calle
Aguilas, respectivamente.
Entre 1729 y 1733,
Sevilla se convirtió en sede de la corte
borbónica con motivo de la estancia de
Felipe V y de su familia. Es el llamado
lustro real, durante el que la ciudad se
volcó en agasajar a este monarca de
talante depresivo, necesitado
constantemente de distracciones. Durante
esos años se afianzó una devoción
netamente sevillana, trasplantada a
Hispanoamérica; nos referimos a la
Divina Pastora, advocación introducida
en 1703 por el capuchino Fray Isidoro de
Sevilla, y que fue plasmada en lienzo
por el pintor murillesco Alonso Miguel
de Tovar.
Una Real Orden
firmada el 18 de junio de 1725 dispuso
el traslado de la antigua Fábrica de
Tabacos desde la collación de San Pedro
hasta terrenos colindantes con el
Palacio de San Telmo. La construcción,
emprendida bajo la dirección de
ingenieros militares, cobró especial
impulso a partir de 1750, dando como
resultado el mayor edificio de carácter
industrial que se levantó en la Europa
del siglo XVIII.
En este singular
escenario fabril, hoy edificio central
de la Universidad hispalense, se
desarrollan las primeras escenas del
drama compuesto en 1845 por el francés
Próspero Merimée, en el que se basaría
treinta años después su compatriota
Bizet para componer su bellísima ópera.
Nos referimos a la inmortal Carmen, la
castiza gitana cigarrera de voluptuosa
belleza que volvía locos de amor a los
hombres. El último acto de la tragedia
tiene como escenario la Plaza de Toros
de Sevilla, la Real Maestranza de
Caballería, verdadera Catedral de la
tauromaquia. Carmen, tras despreciar los
desesperados requerimientos de Don José,
muere apuñalada por su antiguo amante,
nada menos que ante la mismísima Puerta
del Príncipe, por donde salen los
toreros triunfadores de las corridas que
se celebran en el celebérrimo coso
sevillano.
Las proclamaciones
reales fueron celebradas en Sevilla con
sonados festejos, en los que se
alternaban los bailes públicos, las
fiestas de toros y cañas, las
representaciones musicales, el
levantamiento de arquitecturas
temporales y tramoyas teatrales, así
como la organización de "máscaras" o
procesiones alegóricas. La entronización
de Fernando VI y Bárbara de Braganza en
1746 fue aclamada por los operarios de
la Real Fábrica de Tabacos con la
presentación de una "máscara",
consistente en el desfile de ocho
carrozas simbólicas, la última de las
cuales se coronaba con los retratos de
los nuevos reyes. El pintor murillesco
Domingo Martínez quiso inmortalizar este
despliegue barroco, lleno de colorido y
ostentación, ejecutando una serie de
lienzos que constituyen un preciso
retrato de la sociedad sevillana de su
tiempo y de sus hábitos festivos; estos
cuadros siguen despertando la admiración
del público en las galerías del Museo de
Bellas Artes hispalense.
La mayor de las
calamidades públicas que se registraron
en la Sevilla de las Luces fue el
terremoto de Lisboa, que sacudió la
ciudad la mañana del 1 de noviembre de
1755. Un testimonio contemporáneo afirma
que "todas las calles y plazas se vieron
convertidas en teatros de amargura y
sentimiento". Se dice que el seísmo fue
de tal intensidad que las campanas de la
Giralda tañeron solas. Multitud de
casas, monumentos civiles y religiosos
del antiguo Reino de Sevilla quedaron
arruinados o necesitados de urgente
reparación. Aun así, el Cabildo
catedralicio atribuyó a la protección de
la Virgen el que no se hubieran
producido desgracias personales,
levantándose en agradecimiento un
"Triunfo" mariano en la Plaza que hoy
lleva ese nombre, aledaña al templo
metropolitano.
A Sevilla le cabe el
honor de ser la decana de la prensa
provincial española, con la edición en
1758 del periódico titulado "Hebdomario
útil sevillano", al que siguieron en
1792 el "Diario histórico y político de
Sevilla" y el "Correo literario y
económico de Sevilla", en 1803.
Ejemplares de los mismos pueden
consultarse en la Hemeroteca Municipal
sevillana, enclavada en el edificio de
los Antiguos Juzgados, sito en la calle
Almirante Apodaca.
Durante el mandato del Asistente Pablo
de Olavide tuvo lugar el traslado de la
Universidad desde su originaria sede del
Colegio de Santa María de Jesús hasta la
Casa Profesa de los Jesuitas, quienes
fueron expulsados de España en 1767. En
nuestros días permanece en este edificio
de la calle Laraña la Facultad de Bellas
Artes.
En este siglo de la
Ilustración, tan preocupado por la
investigación y la docencia, se produjo
la temprana aprobación, en mayo de 1700,
de la Regia Sociedad de Filosofía y
Medicina de Sevilla, la primera de
España en su clase; a la anterior
sucedieron las fundaciones de la Real
Academia de Buenas Letras en 1751, y de
la Real Sociedad Económica de Amigos del
País y la Real Escuela de las Tres
Nobles Artes en 1775, esta última
precedente de la actual Real Academia de
Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría;
por cierto, que las Academias sevillanas
tienen en la actualidad su sede en la
renacentista Casa de los Pinelo, en la
calle Abades.
A Olavide también se
debió la creación de una institución de
gobierno municipal, típicamente
dieciochesca, como fueron los Alcaldes
de Barrio; al mismo tiempo, promovió la
división de la ciudad en cuarteles,
barrios y manzanas, rotulándose las
calles con unos pequeños azulejos,
algunos de los cuales perviven en el
casco histórico.
El propio Olavide
ordenó en 1771 levantar el primer plano
topográfico de Sevilla, el cual fue
dibujado por Francisco Manuel Coelho y
grabado por José Antonio Amat. La
precisión del mismo le valió ser
premiado por la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando de Madrid, y aún
en nuestros días resulta imprescindible
su consulta para conocer el trazado
urbano de la Sevilla dieciochesca.
Volver a Hitos y Mitos |
Volver a Historia
| Volver a
Portada
Bibliografía:
- Roda, J.: "Sevilla, hitos y
mitos". Ayuntamiento de Sevilla.
Sevilla. 48 pp.
|