El veintidós de
diciembre de 1248 se celebró en nuestra
ciudad la entrada solemne de las tropas
cristianas de Fernando III el Santo a
modo de procesión, parece ser presidida
por la imagen de Nuestra Señora de los
Reyes, que fue depositada por el rey
castellano-leonés en la Capilla Real de
la Catedral, transformada del edificio
de la mezquita aljama, bendecido por D.
Gutierre de Olea, O bispo de Córdoba y
Arzobispo electo de Toledo. El doce de
marzo de 1252, había de ser consagrada,
en cuya memoria se celebraba la fiesta
de Santa María de la Sede, imagen
entronizada en el altar mayor.
La procesión
ordinaria, festiva y externa de Nuestra
Señora de los Reyes en la Solemnidad de
la Asunción de Nuestra Señora, entre las
muchas que se celebraban en la Catedral,
es de tiempo inmemorial.
El Papa Alejandro IV
"dei conti di Segni, en Agnani a cuatro
de abril de 1259", según recoge Ortiz de
Zúñiga, concede al Cabildo de la Iglesia
de Sevilla cien días de indulgencia para
cuantos asisten a la Solemnidad de la
Asunción y a los demás días de culto en
que se celebraban procesiones. Esto nos
indica que ya por aquella época era
renombrada la salida de Nuestra Señora
de los Reyes.
Era procesión
general, como nos relata el Abad
Gordillo, que son las que convocan a
todo el pueblo y clero. Por eso
concurrían a ella las cruces parro
quiales, según mandato del Arzobispo
Hurtado de Mendoza en 1496, que iban
delante del clero secular, como en la
Solemnidad del Corpus.
La imagen de la
Virgen permanecía en la Capilla Mayor
hasta la tarde, en que, después de
Vísperas, se organizaba una procesión de
vuelta a la que también asistían las
cruces parroquiales junto a la
Patriarcal. Hoy ha perdido este carácter
y es una procesión particular del
Cabildo Catedral y la vuelta procesional
de la imagen sigue inmediatamente a la
misa pontifical.
Fotos: Francisco
Santiago |