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Imaginería Sacramental.-

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Sevilla siempre ha tenido la extraña habilidad de unificar lo sagrado y lo profano en todo tipo de celebraciones, hasta le punto de que hoy, a las puertas del siglo XXI, cualquier rito precisa de la conjunción de ambos factores para poder alcanzar los objetivos que se marquen. Este hecho puede venir en parte, de los tiempos medievales en que los dos cabildos se repartían las obligaciones a la hora de preparar las fiestas. Un claro ejemplo es el Corpus desde sus orígenes, en los que los gremios aportaban a la festividad el carácter popular que la Iglesia no podía otorgar por sí misma.

Remontándonos a mediados del siglo XV podemos observar la ausencia casi total de imágenes procesionales. las Santas Reliquias, La Roca, y un arcón que simbolizaba el recuerdo del antiguo Arca de la Alianza, constituían los principales enseres de la ceremonia.

Con el tiempo se incorporarían algunas esculturas -la mayoría aportadas por gremios e instituciones- algunas de las cuales nos costaría relacionar con la Fiesta actual tal y como la vivimos: San Vicente de Paul, El Santo Ángel de la Guarda, San Rafael, San Diego de Alcalá, San José, San Hermenegildo, San Clemente, e incluso la Virgen de los Reyes, cedida por la Hermandad de los Sastres.

Ya en el siglo XVI tenemos constancia de la presencia de las Santas Justa y Rufina de los Santos Patronos San Isidoro y Leandro, aunque ninguno de ellos, al igual que los anteriormente referidos, constarán como patrimonio catedralicio, puesto que en su mayoría eran trasladados al templo metropolitano en las vísperas de la celebración.

Con el Barroco llega a afianzarse la "necesidad" de la imaginería para le cortejo. Se vive en Sevilla bajo el espíritu de la Contrareforma, con lo que los artistas plásticos verán su labor desbordada para, de modo indirecto, hacer frente a la iconoclastia propia de los países protestantes. Este hecho hará que la ciudad conceda excesiva y lógica importancia a temas que en otros puntos del mapa católico europeo pasaban prácticamente desapercibidos. Quizás el más importante de ellos sea el de la Inmaculada Concepción, verdadera revelación del barroquismo hispalense, que quedará relacionada con la festividad del Corpus desde los tiempos del Siglo de Oro.

Antes de finalizar dicha centuria ocurría un hecho trascendental para la historia de la ciudad: el 4 de febrero de 1671 Fernando III de Castilla era canonizado ante el reconocimiento de su santidad por el pontífice Clemente X, tardando la santa sede más de cuatrocientos años en hacer legítima su incorporación a los altares. Con este acontecimiento, ampliamente celebrado por el pueblo de Sevilla, la efigie del santificado monarca no tardaría en engrosar la extensa nómina de representaciones procesionales para la festividad del Corpus, de la mano de Pedro Roldán. 

Fotos: Hemeroteca Municipal / Francisco Santiago©

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Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©