Hoy escribo a la
tolerancia y a la falta de la misma a la
que estamos sometidos. Al estricto
rasero cultural que nos oprime. A
aquellos que la represión les hace
libres, en un entorno imaginado de radio
cero.
A los Atilas de la
crítica, que emergen de las fuentes del
analfabetismo obsceno. A aquellos que no
se comprenderán ni en el pasar de los
siglos, por no quererse ver en el
espejo; narcisistas de las sombras. A
los que enturbian el interés del aprender
ajeno.
A los vomitivos
personajes que frenan la evolución del
amanecer de los sentimientos, por no
entender ni los suyos. Al egoísmo
personificado, sólido y malformado,
virus incunado del idólatra enfermo.
A la hipocresía
excedida, aliño de defectos en secreto,
enfermedad curable por el valor de decir
las cosas. A todos a los que la
violencia les da cobijo en su vida como
un arma de la razón. A la mentira,
hipocresía atrofiada.
A los
devaluadores de la vida; violadores de
la libertad de opinión y del derecho a
vivir dignamente. A los ladrones de
ideas, imitadores de la pureza, que
abundan en el barrio de la ambición. A
los manipuladores de ilusiones.
A los que se
complacen con el sufrir ajeno. A los que
niegan al niño que llevamos dentro. A
los torturadores de la verdad,
militantes del crimen, sumidos en una
reflexión desierta y aquellos que
nombrar ni quiero.
A todos quienes
se sientan aludidos, hoy tenéis aquí
vuestro artículo.. y mi desprecio.
Fotos: Francisco Santiago© |