-Mira Agustín, que
habré querido llamarte veces en estos
últimos meses.
Has tenido que marcharte para que
martillee en mi mente la frase "¿porqué
no encontraría yo cinco minutos?", esos
cinco minutos de la vida de uno que no
se encuentran y que son vitales para
cuando el sonido mudo de la amargura de
un amigo rompe cristales de esperanza en
las entrañas del doliente.
Si supieras Agus, las ganas que tenia de
invitarte al Pregón del Carmen y que
juntos, como en tantas y tantas
ocasiones, charlásemos de lo que siempre
lo hacíamos, de Cofradías y de la Radio,
por que tú, amigo mío, eres de la vieja
cuerda, de ese tipo de Radio que nos
enseñó e inculcó aquel maestro de
maestros, hoy por desgracia como tantos
otros en el olvido. Aquella Radio
romántica de la calle Porvenir, con su
edificio de rancio abolengo y firma de
Aníbal González, donde aprendimos de la
mano de Manolo Bará el mundo mágico que
se nos abría ante los ojos, unos ojos
que recién habían abandonado la
adolescencia. Aquella Radio de canciones
en castellano y dedicatorias, aquella
Radio donde al oyente se le llamaba de
usted y que sólo pretendía llevar a la
práctica la vieja máxima de la
radiodifusión de otros tiempos; formar,
informar y entretener.
Después Manolo y su idealismo
radiofónico y romántico, pasó por el
calvario de la Cadena Ibérica hasta
llegar a otra Radio romántica que murió
hace tres años Antena Médica, donde tú
Agustín, compartiste tantos momentos con
el maestro.
Cuánto comprendo tu sufrimiento Agustín,
que duro es cuando una puerta se te
cierra y la siguiente también y así
sucesivamente hasta llegar a
desesperarte porque nadie te ofrece
trabajo y mucho menos justamente
remunerado y es que Agustín ni tú ni yo
tenemos estampa ya de becarios o como se
decía en el tiempo donde aprendimos
Radio, "meritorios".
No hace mucho Agustín, me llamaba
desesperado un buen amigo y compañero
también de Radio, angustiado me dibujaba
con la palabra trémula la situación
penosa de su vida familiar y laboral, yo
le escuchaba y a medida que pasaban los
segundos más se me anudaba la garganta,
sobre todo cuando al finalizar aquella
triste conversación salía la famosa
frase "si te enteras de algo me llamas
por favor". Aquel "si te enteras de
algo", pesaba como una losa, sobre todo
por que ni yo podía ayudarle ni yo tenía
trabajo en el medio. No hace mucho
recibí un mail de este amigo diciéndome
que le había salido un trabajito en la
provincia de Cádiz y que se iba, era a
la Tele, "pero bueno no están los
tiempos para decir que no".
Ya ves Agus, que tú no estabas sólo en
éste calvario del día a día, cuántos nos
hemos identificado contigo desde que te
fuiste y cuantos tenemos que hacer todos
los días como en palabras de plata lo
dice mi Cofradía de la Vera+Cruz, "Toma
Tu Cruz y Sígueme".
La Cruz del paro, la Cruz de la
indiferencia, la Cruz del escaso dinero,
la Cruz de la familia, la Cruz de la
responsabilidad para con los hijos, la
Cruz de las injusticias profesionales,
la Cruz de las envidias....la Cruz.
Por eso Agustín, hago mías tus
amarguras, quizás porque te conocí de
cerca y se como latía tu corazón y como
con media sonrisa me decías lo mala que
estaban las cosas.
Quizás los que no te trataron como amigo
se perdieron tu lado humano, ese lado
que siempre recordaba al enfermo en una
retransmisión, que ayudaba a un
compañero nuevo a desenvolverse en el
Ayuntamiento sin importarle el Medio al
que perteneciera o que le pasaba datos a
los becarios que poco sabían de lo que
iban a cubrir.
Una madrugada cálida de Junio decidiste
marcharte y en tu último viaje te has
llevado otro de los Cielos que perdimos,
el romanticismo de una Radio de otrora,
la dicción impecable y el manejo más
barroco del verso fácil y sentido, otro
tiempo para la vida.
Cuándo lo vi este Viernes Santo, volví a
comentar lo mismo, ¿qué está buscando el
Cristo de la Conversión?, que casi se
sale del paso cuando por Sevilla avanza,
hoy lo sé, sé que te buscaba a ti mi
buen amigo Agustín, y tú te fuiste a su
encuentro para dejar esa Cruz que tanto
daño te hizo, pues ve con Él y ruega por
nosotros.
Descansa en paz Agustín, en la paz que
aquí no te supimos dar.
Fotos: Francisco Santiago© |