Vocabulario rancio,
formas barrocas, sensibilidad cofrade,
aires de antaño, poderosa voz
radiofónica. Esto podría ser un humilde
esbozo de tu radiografía, Agustín. No
tuve el honor de conocerte en persona.
Algunos amigos periodistas me han
hablado de ti. Tan sólo te intuyo
mirando tu foto donde una mirada triste
que navega sin rumbo definido me
certifica que te acercabas más al
“marinero en tierra” de Alberti que al
periodismo de colmillo retorcido que
ahora se estila.
Me cuentan que tu
faro en este mundo no era otro que las
velas del palio de una virgen sevillana.
Y que toda tu vida giraba en torno a la
Semana Santa de esta ciudad. Me cuentan
también que has sido anacrónico hasta
para morirte, Agustín, pues uno no se
muere con 39 años a no ser que Dios
opine lo contrario.
Me cuentan que quizás
estuvieras cansado de tu propia
descontextualización. Me cuentan que
entre un grupo de personas, tú
sobresalías, que se te notaba mucho la
diferencia, lo peculiar, lo diferente.
Me cuentan muchas cosas sobre ti,
Agustín, pero todo es para nada porque
ya tengo una opinión formada. Para
empezar me llama la atención el apellido
que compartes con la actriz más bella y
elegante de la historia del celuloide.
Te imagino mezclando
el aire con el incienso y respirando día
tras día una suerte de oxígeno viciado
que viajaba en tus venas en primera
clase. La cera de las velas pegada a tus
zapatos. La lágrima de una Virgen
reflejada en tus pupilas. Briznas de
azahar, el vaivén de un paso, el olor a
gente, el sol iluminando la escena.
Y tú, Agustín, con tu
apellido compartido al alimón con la
protagonista de ‘Desayuno con
diamantes’, tus aires de antiguo locutor
radiofónico de hace 40 años, tu razón de
una semana al año, tu vocación de
periodista cofrade, tu apostolado de
palabras excesivas, abrumadas por el
peso del adorno, de frases que a fuerza
de enroscarse sobre sí mismas caen
ebrias de comas, de giros, de puntos y
comas, de puntos suspensivos. Y de
puntos finales drásticos.
Supongo que has
entrado en el Cielo por la puerta
grande. Supongo que la Virgen de la
Victoria te ha envuelto con su precioso
manto de terciopelo granate con brocados
dorados y te ha secado las lágrimas. Y
supongo también que San Pedro te habrá
dado una colleja, Agustín, pues te has
saltado a la torera la cola que lleva a
la Eternidad. Te mando un abrazo. Ahora
sí que vas a vivir la Semana Santa en
directo. Y, por cierto, si ves a una
actriz de ojazos rasgados y porte
distinguido salúdala cariñosamente. Al
fin y al cabo sois hermanos de apellido.
Artículo publicado
en los periódicos pertenecientes al
grupo ‘Casco Antiguo’ correspondientes
al mes de junio. Sonia García-Rayo
pertenece al equipo de redacción
desempeñando a su vez el cargo de
coordinadora de Tiempo de Ocio.
Fotos: Francisco Santiago© |