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La Lección de Agustín. Carlos López Bravo.-

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La noticia nos sobrecogió a todos por su crudeza. Un accidente había provocado un desenlace tan trágico como inesperado. Apenas unas horas antes había cubierto con su pequeña cámara y su gran profesionalidad el acto eucarístico de las hermandades de la Madrugada, a los pies de la Esperanza Macarena. Por eso sabemos que hoy está gozando de la plenitud de la Señora. Desde esa certeza, que compartimos todos, quiero hablar de la lección de Agustín Hepburn: una lección permanente de dignidad y de autenticidad cofrade.

Agustín puso siempre sus talentos - los que tenía, los que Dios le concedió- al servicio de nuestra Iglesia, de nuestra amplísima comunidad. Su pundonor y su profundo sentimiento cristiano –era cofrade con buena formación espiritual-, le llevaban a cubrir las informaciones cofradieras con un enorme sentido devocional: algo que lograba como ningún otro, aunque su pequeña cámara no pudiese competir con los medios técnicos de las cadenas televisivas que merecen calificarse como tales. Todos los que conocíamos a Agustín sabíamos del genuino fervor de sus palabras, del afecto que ponía en aquellos barridos y tomas hacia nuestras Imágenes devocionales, de la verdad de cuanto proclamaba en aquellos momentos de exaltación pregoneril que tanta fama le dieron.

Y cuánto trabajo, y cuanta dedicación. Dios mío,¡cuánto remordimiento colectivo! ¿Por qué no se valoró suficientemente ese trabajo, esa dedicación, esa cobertura tan completa de nuestros cultos cofradieros? Agustín llegaba donde los demás no llegaban. Y lo hacía con su enorme corazón. La presencia masiva en su funeral daba una respuesta tan tardía como exacta.

Le faltó un golpe de suerte. Mas bien de justicia. Simplemente, no estaba donde le correspondía, no encontró el necesario padrino, el impulso necesario. Tampoco tuvo tiempo ni medios para proseguir cursando estudios o depurando estilo: la lucha por su estabilidad laboral, la incertidumbre en la búsqueda del pan de los suyos fue una constante que arruinó su vida. Tenemos todos que aprender a humanizar esa excesiva crítica atildada que sólo valora la exquisitez de formas, la brillantez del lenguaje y la genialidad de ideas. Porque su trabajo tuvo siempre dignidad y sentimiento. Cuando Agustín luchaba contra viento y marea por el pan de su familia, estaba luchando en paralelo por el buen nombre y el esplendor de sus queridas hermandades y cofradías.

Estoy seguro que Agustín fue feliz, muy feliz, en muchos momentos de vida cofrade, al calor de sus hermandades y en torno a sus devociones. Pero desgraciadamente también en nuestro pequeño mundo vivió momentos de desilusión, desengaño o pena. Sinceramente creo que no le respondimos como requería, no supimos ver sus necesidades y sus desgarros. No le demostramos nuestro afecto como se merecía. Llamó a nuestra puerta con tanta dignidad, tan subrepticiamente, que no oímos su llamada. Tenemos que perfeccionar nuestros mecanismos de atención a los hermanos. Hoy flota entre nosotros un cierto sentimiento de fracaso colectivo.

Querido Agustín: hoy que estarás en presencia del Señor, viendo nuestra pena por ti en todas y cada una de nuestras hermandades, podrás apreciar cuanto te queríamos todos. Hay dos pequeñas huérfanas que queremos ver crecer. Todos hemos perdido un gran periodista cofrade, un hermano, un amigo. Yo sé que te quedaste con las ganas de participar en aquella junta de gobierno del Viernes Santo que no pudo hacerse realidad. Pero la Santísima Virgen de Montserrat, a la que tanto querías, te tendrá para siempre junto a Ella, gozando de su serena belleza en el cielo.

Fotos: Francisco Santiago©

Conocer Sevilla 2004 - Francisco Santiago©