Cuando un ser humano
toma decisiones que van contra la propia
naturaleza de nuestra especie pensamos
que esta persona está loca, considero
que la sociedad que entre todos estamos
«mal creando» aboca a ciertas personas a
situaciones límite donde lo puramente
humano queda en segundo plano o
simplemente se ignora. Nuestra comunidad
premia sólo a los ganadores y los que no
lo son, no tienen suerte en la vida,
tienen otra escala de valores o sus
circunstancias personales no son las más
idóneas tienen o se encuentran delante
suya cada día, muchos ladrillos en su
vida que entorpecen el camino a seguir,
adobando murallas insalvables que
nuestra «magnífica» sociedad se encarga
de degradar y tirar a la basura como un
juguete roto, sucio y depravado.
Esta aseveración es
una realidad que podemos ver en el
devenir diario en nuestro entorno más
cercano: nuestras amistades, trabajo,
asociaciones, cofradías o en cualquier
ámbito de la vida que nos ha tocado en
suerte, donde nos creemos dioses y para
conseguir nuestros objetivos hacemos lo
que haga falta, aunque sea pisando a
otros y no nos damos cuenta de dos cosas
que Dios sólo hay uno y que no merece la
pena tanto esfuerzo ¿Para qué? Pero
cuando nos damos cuenta es siempre
demasiado tarde. Conocemos a mucha gente
pero... ¿Cuántos amigos tenemos de
verdad? Para tomarnos unas copas o para
situaciones agradables no nos faltarán,
pero para contar nuestros problemas más
profundos quizás no tenemos a ningún
amigo de los de verdad, con lo que los
problemas se agudizan hasta un abismo
que vemos lejano pero que esta más cerca
de lo que nos puede parecer.
Ayer se nos fue
nuestro «conocido» Agustín Hepburn, por
encima de todo un hombre bueno que no le
hizo daño nunca a nadie. Siempre tenia
una sonrisa para el prójimo y todos los
que le conocíamos podemos tener parte de
culpa por lo menos esa es la sensación
que tengo. Su seguridad exterior
enmascaraba su muralla y sus
circunstancias, las cuales se las llevó
para siempre al cielo, ese trocito de
cielo que en vida creo que no tuvo.
Aquí se queda el
dolor y el remordimiento de muchos pero
también su mujer y sus dos hijas que
tendremos que atender por lo menos para
que su muerte sirva para algo y no quede
en el olvido. Ahora está cerca de su
Cristo de la Conversión y su Madre de
Montserrat sus verdaderas devociones,
esperando con cámara y micrófono en mano
para realizar su trabajo a cada uno de
los que en vida hicimos poco por él,
aunque alguno puede que no vaya al mismo
barrio donde se encuentra él. Descanse
en paz.
Publicado en Cartas
al Director del Diario ABC de Sevilla el
6 de junio de 2004.
Fotos: Francisco Santiago© |