¿Sabes, Agustín? Yo
te seguía desde los tiempos de la radio.
A mí me gustan las cosas que decías y
cómo las decías. Más de una vez he
pensado que me hubiera gustado tener lo
que "algunos" calificaban
como tu verborrea para poder contar los
hechos de nuestras hermandades.
Un día, la tele puso
cara a esa voz y te reconocí en aquel
hombre con el que coincidía en tantos
actos cofrades, en especial en las
puertas de las iglesias, esperando la
salida del viacrucis, traslado o
procesión que fuera. Ambos cargados con
nuestras cámaras. Tú la de vídeo, para
grabar y, la mayoría de las veces,
narrar a la vez. Yo, la de fotos. Los
dos, compartiendo los sitios para
obtener las mejores imágenes, sin
molestarnos e intentando no molestar a
los demás, aunque no siempre es posible
conseguirlo del todo. ¡Cuántas veces me
has sacado en televisión! El roce hizo
que nos conociéramos, si no al nivel de
la amistad, sí al del saludo cordial.
Un día, cuando
empezaron los muy malos tiempos, nos
encontramos en la Calle Sierpes y a mí
pregunta de cómo te iban las cosas no
pudiste o no quisiste responder. Porque
así eras tú: elegante, sin quejas, sin
hablar mal de nadie, sin pedir nada. Yo
no pude gozar de tu amistad, pero sí fui
tu seguidor. Un botón de muestra por el
impacto que me causó. Aún recuerdo con
emoción la Exaltación del Martes Santo
que hiciste en mi hermandad de los
Javieres, hace un par de años. ¡Qué
emoción!
¿Sabes, Agustín? Has
tenido que dar un puñetazo en la mesa,
¡maldita sea!, para que muchos cofrades,
tú lo eras y de los buenos, hayan dejado
por un instante de mirase el ombligo y
dejar de pensar en mantos nuevos,
cambios de bandas, martillos que se
mueven, elecciones a junta,... y darse
cuenta de la miseria que nos rodea. Sí,
ya lo sé Agustín y no quiero ser
injusto. Se hacen muchas cosas,
muchísimas y muy buenas. ¡Pero quedan
tantas por hacer! Y algunas están tan
cerca que da mucho coraje. Yo creo que
tú eras como una Hermandad de Gloria,
una de ésas tan olvidadas y por las que
luchabas con fuerza. Sobreviven como
pueden, organizan sus cultos de milagro
y el día de la salida lucen
esplendorosas, aunque sólo las
contemplen sus fieles. No venden,
Agustín. No hay programas de
radio para Las Glorias, ni casi reseñas
en los periódicos. Y ahora que tú te has
ido, no sé lo que va a pasar en
televisión.
¿Sabes, Agustín?
Puedo ver la que estará formando ahí
arriba, los tendrás embobados. Sí. Ahí
arriba. Porque, aunque doctores tiene la
Iglesia que califican nuestros actos en
buenos y malos y se permiten
dictar normas al respecto, también
Doctores tiene la Iglesia que no se
cansan de repetirnos que Dios es padre
de Bondad, que Cristo murió en la Cruz
para redimirnos del pecado, que resucitó
para llenarnos de esperanza y que María
intercede en cada instante por nosotros.
Me imagino que Ella se ruborizará por
las cosas tan bonitas que le estarás
diciendo y que Jesús sonreirá con amor
de Hijo, orgulloso de los
piropos para Su Madre. Y los ángeles....
Estarán locos por conocer esa Sevilla
que les cuentas.
Porque, ¿sabes,
Agustín? El pregón que estaréis montando
entre el padre Cué, Rodríguez Buzón,
Manolo Bará, Filiberto Mira, tú y tantos
y tantos otros hará que, a pesar de
todo, Agustín, allá arriba se sientan
orgullosos de los cofrades sevillanos. Y
nosotros nos sentimos orgullosos de
serlo y también nos sentimos orgullosos
de vosotros, que nos precedéis en la
gloria. Un abrazo y hasta siempre."
Luis M. Fernández es
Fotófrafo y Doctor del Dpto. Geometría y
Topología. Facultad de Matemáticas.
Universidad de Sevilla.
Fotos: Francisco Santiago© |